Miles de mujeres salen a manifestarse este Día de la Mujer.

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La lucha feminista resurge. Este viernes 8 de marzo, Día de la Mujer, miles de españolas y también de españoles pararán por la igualdad, con la constatación de que otro mundo no solo es posible sino que además es necesario. Miles de personas salieron a las calles hace un año en una movilización sin precedentes; fue un masivo ejercicio civil de reconocimiento y de dignidad.

Este año recogemos aquel espíritu feminista para darnos visibilidad a nosotras, las mujeres, en un mundo pensado para los hombres y dominado por ellos. En esta jornada, que se antoja nuevamente histórica, contamos con el testimonio de ocho mujeres diversas, relevantes en su ámbito, para hablar de feminismo. Para ponerlas a ellas en el centro del espacio mediático. Por justicia. Por ellas, por nosotras, por las que nos precedieron y por las que vendrán.

La secretaria general del Sindicat de Periodistes de les Illes Balears (SPIB), María Amengual, resume su concepción del feminismo como un «movimiento orientado a conseguir la igualdad de derechos, oportunidades y libertades entre mujeres y hombres», y asegura que precisamente el 8M es necesario porque «aún no se ha cumplido todo lo anterior». Aunque reconoce no haberse enfrentado excesivas dificultades en el plano laboral por ser mujer. «He tenido que sufrir condescendencia y paternalismo, sobre todo cuando era más joven. En el ámbito personal es algo distinto; a veces cuesta divorciarse de determinados clichés asociados a las mujeres», remarca.

Amengual recalca que «en el mundo de la comunicación en Baleares, 7 de cada 10 mujeres cobran menos de 1.600 euros. Cobran menos pagas extras y les afecta más la inestabilidad laboral. Eso a pesar de que nuestra formación es más elevada: 9 de cada 10 somos licenciadas, según datos del SPIB. Pero lo más alarmante es que un 12 por ciento de las encuestadas ha sufrido acoso sexual en el trabajo. Una de cada 3 reconoce haber sido discriminada por razón de sexo y también el acoso laboral es más frecuente entre mujeres. Unas cifras que hablan por sí solas». La periodista destaca que «el único problema es el machismo. Y creo que nuestra principal arma para combatirlo es la educación. A partir de ahí, creo que unas bajas de maternidad y paternidad de igual duración e intransferibles ayudarían a salvar brechas».

Marga Vicens, presidenta de Nuevas Generaciones del PP de Baleares, define el femenismo como «el empoderamiento de la mujer, una oportunidad de alcanzar la igualdad real. Tanto las mujeres como los hombres (y para mí ambos jugamos un papel importantísimo) podemos luchar para cambiar el mundo y conseguir que las personas sean valoradas por sus capacidades y no por ser mujeres u hombres». Pese a que remarca que «los derechos de las mujeres deben ser reivindicados los 365 días del año» considera importante celebrar el 8 de marzo para no olvidar que «aún quedan muchas metas por conseguir». «Es un día para salir a la calle a hacernos ver y a la vez motivarnos y cargar pilas para seguir luchando», afirma.

Sobre las dificultades que afrontan las mujeres, Vicens cita a los estereotipos que «hacen que las mujeres nos alejemos de lo que nos gusta por el miedo al qué dirán», algo que «provoca una gran pérdida de talento». La líder de los jóvenes populares afirma que afortunadamente en las organizaciones juveniles políticas hay «igualdad de oportunidades», y que «mis aportaciones siempre han sido igual de bien aceptadas que las de cualquier otro compañero». En cuanto a aquello que mejorar, la principal asignatura pendiente es la concienciación. «Es imprescindible que la sociedad en su conjunto esté totalmente convencida de que no hay géneros inferiores ni superiores».

El mundo de la cultura no está exento de estas consideraciones, más bien al contrario. La autora Nieves Delgado recalca que «el feminismo es parte de la solución», entendido como «el bisturí con el que se disecciona el entramado de género con el que está construida nuestra sociedad, una jerarquía de poder en la que a las mujeres nos ha tocado estar abajo, y por eso todo lo femenino es menos valioso». «El feminismo es la lucha por hacer visibles todos esos prejuicios y deshacerlos», afirma.

La escritora ganadora de dos Premios Ignotus (2015 y 2018) apunta que «hay que recordar y defender todo lo conseguido en muchos años de lucha porque, por desgracia, nuevos colectivos ultraconservadores en todo el mundo pretenden no solo frenar la lucha feminista, sino revertir algunos logros. Hoy, más que nunca, hay que demostrarles que no vamos a permitirlo».

Según Delgado, el apartado de las diferencias y obstáculos «da para escribir un libro entero. Diferencias, todas; desde que era niña y jugaba siempre con chicos porque las cosas de chicos ‘molaban más'. Desde que nacemos ya se nos clasifica en géneros y eso deriva en diferencias cada vez mayores. ¿Son esas diferencias en realidad obstáculos?», se pregunta. «Pues la mayoría sí, si asumimos que el rol femenino es considerado inferior; y de ahí que las mujeres hayan sufrido una discriminación histórica que las ha llevado a cobrar menos, a ocuparse más de las tareas de casa, a cargar con los cuidados de los mayores». Laboralmente la escritora, que también ejerce de profesora, encuentra menos prestigio social asociado a lo femenino. «Nos cuesta más ganarnos el respeto del alumnado» y lo achaca a lo que «ellos y ellas traen aprendido de casa». «Pero no echemos balones fuera, dentro del mismo profesorado hay infinidad de actitudes machistas», constata.

En el ámbito literario «la falta de igualdad se expresa en cosas como que a las autoras se les publica menos, se las premia menos, se las reseña menos… y no, no es que haya menos mujeres escribiendo; a veces son las propias mujeres quienes deciden autopublicarse en lugar de mandar sus manuscritos a editoriales, porque perciben el medio como hostil, y otras veces lo que escribe una mujer es automáticamente etiquetado como ‘literatura para mujeres'». La solución es «la educación. La igualdad debería ser un principio transversal que lo permeara todo, pero claro, para ello primero habría que deconstruir al profesorado. Lo que más echo de menos es que se les explique a los chavales de qué maneras concretas les afecta a ellos el patriarcado».

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La ilustradora Raquel Córcoles, más conocida como Moderna de Pueblo, ve el feminismo como «una herramienta para poder conseguir la igualdad entre géneros en una sociedad que para nada lo es». «A mí me abrió los ojos y me sirvió para luchar contra situaciones injustas en mi vida que antes simplemente asumía con normalidad», apostilla.

Para la dibujante «el 8M no se celebra, ¡se reivindica!». Córcoles asegura que los motivos que le mueven a salir a manifestarse y hacer huelga este 8 de marzo le tocan de muy cerca, «a mí o a otras mujeres que me importan, y por lo tanto, siento el deber de salir a reivindicarlo». La autora de Idiotizadas, un cuento de empoderhadas afirma que el machismo le ha limitado en muchos aspectos. «Creer que debía comportarme y que era inevitablemente más ‘tontita' que los chicos, ser recatada y reprimirme sexualmente para no ser juzgada, tenerlo más difícil a la hora de tirar adelante mis ideas», son algunos de los ejemplos que cita la ilustradora.

En su sector, Córcoles cree que las mujeres tienen mucho que decir y las redes sociales les están favoreciendo mucho. «En el mundo de la ilustración y la viñeta nos estamos comiendo a los hombres», asegura. Sin embargo, lamenta que en los medios de comunicación todavía sigan predominan los dibujantes del género masculino. Córcoles se muestra a favor de «igualar la baja paternal obligatoria para padres y madres», ya que considera que «hay que dejar de dar por hecho que las cargas de cuidados son ‘cosas de mujeres'».

La escritora Enerio Dima ve el feminismo como la «herramienta que nos permite analizar la realidad y organizarnos para luchar contra las injusticias que históricamente se han producido contra las mujeres por el hecho de serlo». Al igual que Córcoles, no considera el 8M como «una jornada de celebración, sino de lucha y reivindicación», por lo que «sobran los descuentos en maquillaje o ropa, o la 'celebración' que convierte el día en una fiesta carente de análisis». Más allá de eso lo considera un momento para «reflexionar sobre lo que todavía falla y protestar por ello». Como muestra explica que en su trabajo «al margen de la literatura, posibles clientes no quisieron que una mujer llevara su asunto». También que «en la calle he sufrido acoso o tocamientos por desconocidos». «En el mundo literario he encontrado a gente abiertamente hostil por no callarme a la hora de denunciar, incluso gente afirmando que jamás conseguiría publicar», relata.

De este modo la autora de Tarantella (Insomnia Ediciones, 2018) remarca que la falta de igualdad en el mundo literario se expresa en dos ejes. En primer lugar con los prejuicios que hacen que las mujeres «no tengan problemas para escribir algunos géneros (juvenil, romántico), pero que sea mucho más difícil abrirse camino en otros ambientes como la histórica o la ciencia ficción. La gente suele decir que no mira el género de quien escribe, pero es que las editoriales ya lo hacen por los consumidores. Es fácil pasear por una librería, elegir una sección y comparar los nombres de mujer y los de hombre: los masculinos serán mayoría en todos los géneros menos los mencionados como 'feudos femeninos'. En cuanto a los premios, a día de hoy algunos de género fantástico como los Hugo, los Nebula o los Ignotus en España están empezando a premiar a más mujeres, pero la desproporción histórica sigue siendo vergonzosa. En literatura en general, por ejemplo, solo 14 mujeres han ganado el Nobel de literatura desde su creación en el año 1901». Por eso lo que más falta hace en el mundo de la literatura es «visibilizar y reconocer el trabajo de las mujeres, hacer que la gente sea consciente de la desigualdad y que tome medidas. Por suerte existen un montón de iniciativas como el #LeoAutorasOctubre o 'La Nave Invisible' para conseguir avanzar».

La guionista de Woody and Woody Laura Gost defiende que la causa feminista va de «lograr la igualdad efectiva tanto en la esfera privada, familiar y cotidiana como en el ámbito público, social y laboral». «En el mundo global y conectado, en el que las grandes causas sociales se miden en número de retuits, hashtags, selfies, trending topics, proporciones de colores, imágenes tomadas desde un dron y grandes titulares de 280 caracteres, es importante aprovechar las posibilidades comunicativas y de impacto. Para contribuir a que el mensaje llegue con contundencia creo que es mi responsabilidad parar, salir fuera, ser una cara más en las imágenes multitudinarias, lucir el color correspondiente, incrementar las estadísticas y, en definitiva, apoyar y sumarme a la huelga y a la manifestación: se trata de algo simbólico pero el mundo ha cambiado radicalmente unas cuantas veces partiendo a menudo de símbolos».

Sobre su experiencia más negativa, Gost destaca que «las muestras de 'simpática' condescendencia misógina (desprecio no, por suerte, en mi caso) las he recibido esencialmente en algún contexto laboral y siempre por parte de hombres pertenecientes a una generación distinta»; quizás a consecuencia de «algunos estereotipos» que se arrastran. «En el cine, los roles habituales que se asocian mentalmente a ellas se suelen limitar a la interpretación, el maquillaje, la producción, el vestuario o el arte. En el ámbito literario, por otra parte, siguen existiendo prejuicios alrededor de la literatura femenina, y es triste comprobar que la discriminación positiva que se aplica ahora ha provocado que tales prejuicios se evidencien con más fuerza en los comentarios de quienes deciden pensar que, cuando se reconoce un libro de un hombre, se está reconociendo la obra, mientras que, cuando se valora un libro de una mujer, se está valorando a la mujer». La única salida que encuentra la guionista del cortometraje valedor de un Goya es «la educación, entendida desde un punto de vista transversal que implique a escuelas, industria cultural, medios de comunicación, familias, etc.», un «gran punto de partida para revertir esos paradigmas de género tan obsoletos y casposos».

El deporte es uno de los ámbitos con una mayor brecha de género. Para la luchadora olímpica Graciela Sánchez, «el feminismo representa la manifestación y exposición de las desigualdades existentes en nuestra actualidad entre el género masculino y femenino en todos los ámbitos de nuestras vidas». El principal motivo de la deportista para reivindicar el 8 de marzo son las desigualdades que se manifiestan en el día a día. A sus 23 años, Sánchez cuenta que no se ha encontrado con ningún obstáculo de género en su experiencia laboral y deportiva en la lucha libre olímpica. La principales dificultades que se encuentra en el mundo del deporte son la realización de menos eventos deportivos internacionales y, como consecuencia, menos remuneración y menos visibilidad en los medios de comunicación.

La luchadora olímpica considera que estamos en la buena dirección. «El rumbo actual es el adecuado para conseguir equiparar en el futuro el deporte femenino con el masculino. Gracias a los logros de muchas deportistas españolas se están evidenciando las capacidades del género femenino», asegura. Entre las asignaturas pendientes pide «más visibilidad en los medios de comunicación, más sponsors y ayudas por parte del Gobierno».

Rosa Cursach, directora del Institut Balear de la Dona, caracteriza el feminismo como aquella «teoría y una praxis política que cuestiona la estructura patriarcal de la sociedad, como sistema de dominación que subordina las mujeres, pone en entredicho este sistema y propone otras formas de organización social basadas en la igualdad». Es, por tanto, un «movimiento social y político que tiene la pretensión de mejorar la vida de las mujeres y de todas la personas». Aunque se celebre desde 1975 «los motivos para celebrar este 8 de marzo son más de 1.000. A las mujeres nos siguen matando por el hecho de ser mujeres, a las mujeres nos violan, las mujeres cobran en las Islas Baleares un 15% menos que los hombres por el mismo trabajo, las mujeres soportan las cargas de cuidado casi de manera exclusiva, las mujeres racializadas sufren una doble y triple discriminación, en muchos países proveedores de bienes las mujeres y las niñas son explotadas, etc. Por eso mi completo apoyo a la huelga laboral, de cuidados, de consumo y estudiantil».

Cursach, quien dice haber sentido en su propia piel la necesidad constante de «tener que demostrar su valía» por el hecho de ser mujer, constata que «las escuelas, como todos los espacios y todas las instituciones son patriarcales y androcéntricas, se han pensado para cubrir las necesidades y deseos de los hombres. A las mujeres se nos pide y nos exige unas actitudes, que no son exigidas por igual a hombres, relacionadas con los estereotipos de género: cuidar, docilidad, simpatía, etc.». «Hemos conseguido una igualdad formal, el voto, estudiar y trabajar, por citar las primeras demandas feministas, pero eso no significa haber cambiado los valores y los prejuicios más arraigados. Hay que cambiar la mentalidad, todavía hay hombres que creen que las mujeres les pertenecen. Las violencias son feroces, hay hombres que se juntan para agredir sexualmente a las mujeres, como si fueran a cazar. Por lo tanto, creo que es importante que los hombres reflexionen sobre su relación con las mujeres y sobre el lugar que ocupan ellos en el mundo».