Josep Massot i Muntaner goza de un reconocido prestigio por sus trabajos sobre la Guerra Civil y el franquismo. | Carles Domènec

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El conocimiento de Josep Massot i Muntaner (Palma, 1941) infunde un enorme respeto. El Govern acaba de otorgarle la medalla de oro de Baleares. Con el gesto afable, un tono de voz siempre suave y precisión al escoger cada palabra, nos muestra donde suele leer en la biblioteca de la abadía de Montserrat. Es un lugar conmovedor, con la luz del mediodía que acaricia incunables, los frescos, arreglos del arquitecto Puig i Cadafalch y un silencio solo roto por el sonido de las campanas.

¿Cómo se encuentra?
—Estoy relativamente bien pero no podré ir a Palma, el 28 de febrero, a recibir la medalla. Irá mi hermano en mi lugar. Tuve un infarto y muchas complicaciones de salud. Me operaron a corazón abierto. He estado más de un año bien, trabajando menos, pero he tenido más arritmias.

¿Qué significado le da a recibir la Medalla d’Or de Baleares?
—Significa que has hecho un trabajo y alguien se acuerda de ello. Me gusta que sea de Baleares porque yo siempre me he preocupado de las otras islas, y que coincida con la que se da a los damnificados de las inundaciones de una zona que conozco palmo a palmo. Son los pueblos relacionados con el desembarco de Bayo.

¿Por qué se hizo monje de Montserrat?
—En Barcelona, estaba en un colegio mayor de jesuitas. Unos amigos de mi padre me invitaron a ir a Montserrat, donde repetí más adelante con mis amigos de la residencia. Regresé más veces. Un día, me di cuenta de que esta vida podía estar bien. Fue una opción fundamental que llegó casi sin querer. El último curso universitario, con 20 años, ya lo estudié desde Montserrat.

¿Y el estudio de la historia contemporánea de Mallorca?
—En Montserrat, accedí al libro Els cementiris sota la lluna, de Georges Bernanos, que estaba prohibido. Me interesó Bernanos. En 1974, pensamos en fundar la revista Randa. En Montserrat, tenemos una colección dedicada a la dictadura del general Primo de Rivera, la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo que, en buena parte, procedían de la biblioteca de Francesc Cambó.

Bernanos ofrece una visión de la derecha francesa de la brutalidad del franquismo ...
—Es lo que me interesó. Quería publicar un artículo y una réplica de Bernanos para Randa. Es un tema que ya no dejé.

Montserrat se ha significado de una manera política clara ...
—Hemos defendido los derechos humanos y los valores de la persona. Eso incluye los valores nacionales. Vivimos en un determinado lugar y es lógica la implicación. Nunca ha habido ninguna consigna. Somos una comunidad moderada, pero pienso que se han dicho las cosas claras.

¿Qué piensa de la exhumación de Franco?
—Ya no deberían haberlo enterrado en el Valle de los Caídos. Solo pasé por ahí una vez y no quise entrar por una cuestión de antifranquismo. Siempre he sido muy radical en esos aspectos. Ya hubo una comisión. Decidieron que se debía dejar ahí a los muertos de guerra. Por eso, José Antonio Primo de Rivera decían de dejarlo ahí, pero no en un sitio destacado. Y señalaban de sacar a Franco. Son cuestiones pequeñas que crean grandes problemas, a las pruebas me remito.

¿Cómo se vivía en Montserrat durante el franquismo?
—Constantemente teníamos refugiados y gente que venía a reunirse. Se fundaron partidos, como Convergència. Vinieron de todos los partidos. Había personas con problemas con la policía. Recuerdo la larga temporada escondido del escritor Antoni Serra. Trabajaba en la biblioteca. Lo más importante que viví fue el encierro de intelectuales, en 1970. Escuchábamos las frecuencias de la policía, que intentaban entrar, algo que no nos interesaba para nada porque había otros refugiados. Escondí muchas agendas, por miedo a que descubrieran teléfonos y direcciones.

¿Cómo vive el actual conflicto político de Cataluña?
—No es solo un problema catalán, es un problema de todo el país. La Transición acabó con una Constitución por la fuerza, con artículos impuestos por militares y la intervención del Rey. Esta Constitución no es válida, debería reformularse totalmente. Por otra parte, tenemos unos contrincantes que usan esa Constitución para todo. Eso de que te mando miles de policías y empiecen a pegarte, no tiene sentido. Si hubieran sido más inteligentes, habrían dejado hacer un referéndum y habría salido que no.

¿De qué manera afecta a la convivencia en la abadía la noticia de los abusos infantiles de un monje de Montserrat?
—De ninguna manera. Es un caso aislado de hace mucho tiempo. El problema no es una cuestión de religión. Es un tema general. El lugar donde esto sucede con más frecuencia es dentro de la familia, en actividades deportivas y campamentos.

Y no nos engañemos, también cuando existe una relación de poder...
—Debió ser lo que sucedió aquí. Desgraciadamente, es un hecho mundial. He tenido un hermano 16 años menor y una tropa de sobrinos. Pienso en ellos. No entiendo cómo puede haber alguien que sea capaz de hacer este daño, pero sucede, y más de lo que nos imaginamos. Lo mismo puedo decir de la violencia de género, con todas estas mujeres que matan.

Si hablamos del futuro de la fe, ¿qué opina del celibato en la Iglesia católica?
—Como monjes, la opción del celibato es esencial, pero antes o después, esto cambiará, como el tabú del sacerdocio de las mujeres.