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PEDRO PRIETO,
ENVIADO ESPECIAL A HUELVA

Esta noche, al menos dos horas, hemos dormido algo, lo cual, en el Rocío, es un mérito. El día, dentro de lo que cabe, no había sido cansado. Tan solo un acto. A últimas horas de la tarde salimos al encuentro, a unos dos kilómetros de la aldea, de la Hermandad de La Palma del Condado, con la que entramos y acompañamos hasta su casa
Bien. Tras una noche en que logramos dormir algo más que en la anterior, El Yiyi, tamborilero de la Hermandad Nuestra Señora de Rocío de Palma, toco diana a las 7.30 horas en punto. Diez minutos después, unos cuanto tomábamos el primer café con leche del día bajo el porche. A poco se acercaron media docena de jóvenes que no habían parado durante toda la noche. Iban alegres, que no colocados, eso sí, con algo más de alcohol en su cuerpo que de costumbre. Pero aguantaban. «Ea, ¡que viva el 10 y el sindicato! "canturreaba el que llevaba la voz cantante; canturreaba con voz cascada por el cansancio y el alcohol; canturreaba por bulerías, con pataíta incluida, a la vez que daba palmas". Y luego nos lo aclaró. Pura filosofía de algunos de Andalucía, como verán: «El 10 es porque ese día, los paraos llevamos la cartilla del paro al banco, en la que nos ingresan el paro, casi mil euros. Por tanto, ¡gracias, sindicato! y... Pues eso. ¡Ea, que viva Zapatero».

Lo dicho, que mientras estén las cosas así, el paro es más llevadero. Lo malo es que parecía que no estaban por la labor de cambiar. Como nuestros vecinos, que no habían parado de cantar durante toda la noche, y por lo que parecía no tenían intención de parar. Igualito que los mallorquines que viajaron con la hermandad de Algeciras, que a las cinco de la madrugada seguían bailando, por lo que la foto que en la víspera habíamos concertado para las diez, la tuvimos que posponer a las dos de la tarde.

A mediodía comenzó el acto de las presentaciones de las hermandades en la ermita de El Rocío. Como en esto la veteranía es un grado, la de Palma de Mallorca, por ser la número 102 en el escalafón, lo hizo sobre las once de la noche, así que eso lo contaremos mañana, día de la misa solemne a la que seguirá la madrugada mágica del «salto de la verja». Lo único que sí les adelantaré es que fue muy emotivo, entre otras cosas porque se recordó a Joaquín Bermúdez, hermano que falleció hace unos meses "el 28 de diciembre pasado" tras una larga enfermedad.

Por ello, la carreta del simpecado de la hermandad lució, no solo ayer durante la presentación, sino durante durante todos los días "camino a la ermita incluido", un crespón de color negro. El presidente, Juan Antonio Navarrete, nos recordó que Joaquín fue una excelente persona. Fue hermano fundador de la hermandad, en cuya junta de gobierno, a la que perteneció desde el principio, desempeñó prácticamente todos los cargo, el último, vocal de acción social. Descanse en paz.