La oscuridad de los barcos en el mar contrasta con el colorido del cielo durante una de las tracas. Foto: MIQUEL ÀNGEL CAÑELLAS

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La oscura noche de Sant Sebastià se vistió ayer de magia gracias al espectáculo de luz y color del Aiguafoc 2005. Puntualmente a su cita, a las 20.15 horas, un primer fuego artificial se presentaba para dar inicio a la exhibición, ante las cerca de 350.000 personas que asistieron, según datos ofrecidos por la Policía Local. Los primeros tímidos monosílabos de emoción se sucedían entre los espectadores. Pronto llegarían los verdaderos, aquellos que vitoreaban el esquema central del castillo de fuegos artificiales, que estaba compuesto por distintos conjuntos que combinaron volcanes, candelas y carcasas de distinto calibre, lo que permitía efectuar distintos dibujos y alturas.

Estos artículos fueron variados tanto en colorido como en efecto, observando colores y efectos tales como serpentinas, torbellinos, roncadoras, sauce, lentejuela blanca, azul crackling, kamuro, brocados, rojo con palmera coconut, verde limón, perlas blancas, multicolor y figuras como corazones, saturno, pajaritas y aros.

El espectáculo constó además de tres secciones aéreas intercaladas de carcasas de gran calibre, y de una gran sección acuática acompañada de candelas. Tras la llamada «Fuente de Versalles» se entró de menos a más en los cuatro prefinales del espectáculo a base de cuatro bombardeos de carcasas de color trueno. Los comentarios de sorpresa se sucedían a medida que pasaban los fuegos y se volvieron mucho más emotivos cuando contemplaron el apoteósico y multicolor final al que continuó una gran estruendo en tres fases en las que se quemaron 2.000 truenos con tronco blanco, verde y rojo acompañados por sonoros volcanes de roncadoras, torbellinos y serpentinas. Se lanzaron 26.416 unidades de efectos. Tras los 25 minutos del espectáculo, al estruendo de los fuegos artificiales le siguieron los aplausos del público, las bocinas de los coches y las sirenas de los barcos. Algunas personas se quejaron de que las calles se habían cortado al tráfico demasiado pronto, sobre las 18.00.

Samantha Coquillat