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Entre el mortal aburrimiento de las calles de Palma los domingos por la tarde, existe un oasis de concentración y comunicación humana. Se trata del parque de Llevant, adonde cada fin de semana acuden centenares de ecuatorianos. Además del encuentro entre compatriotas en tierra extraña, que no es poco, las actividades que allí se desarrollan son, básicamente, dos: el deporte y consumir cerveza. Parecen contradictorias, pero es lo que hay.

La ingesta de cerveza (no se detectan destilados) crea un paisaje de latas esparcidas por el suelo, pero una simple observación sirve para comprobar que papeleras, pocas. Algunos vecinos se quejan, con razón, del estado del paisaje después de la batalla, pero ¿de quién es la culpa?

Además del fútbol, también se practican el baloncesto y esa cosa tan extraña y soporífera llamada béisbol, pero, en Palma y en Guayaquil, el balompié es el rey. Los partidos se disputan ante multitudes y la pasión que allí se desata es, sin duda, superior al desangelado ambiente de Son Moix.

El «cervezón» se desarrolla de la misma manera que el «botellón», con acompañamiento musical a cargo de los coches. Decibelios, los justos. Nadie sube el volumen más de lo debido.

Alguien ha pegado carteles informando que regresa a la capital, Quito, a principios de octubre y deja un número de teléfono por si le quieren dejar encargos para las familias.