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Tan sólo cuatro meses después de su atrabiliaria llegada a la Casa Blanca, el presidente Bush acaba de sufrir un revés de considerable importancia. La deserción de las filas republicanas del senador James Jeffords determina que el partido pierda la mayoría en la Cámara alta en beneficio de unos demócratas que podrían a partir de ahora bloquear buena parte de las iniciativas del Gobierno. Aunque por otras razones, es algo que también le ocurrió al presidente Clinton a partir de 1994, cuando se tuvo que enfrentar a una situación de mayoría republicana en ambas cámaras. Entonces, Clinton tuvo la suficiente visión como para «centrar» su política, haciendo determinadas concesiones que de una u otra forma le supusieron no tan sólo el seguir gobernando con alguna holgura, sino que acabaron por significarle la reelección. Una estrategia que también podría seguir ahora Bush. Lo que sucede es que a la vista de lo acontecido en estos primeros tiempos de mandato, mucho nos tememos que no lo va a hacer. Indiscutiblemente si no quiere ver obstaculizados sistemáticamente buena parte de sus proyectos se verá obligado a ceder en algunos aspectos concretos. Pero tal vez eso no será suficiente, más allá de esa fuerza de los hechos que, en política, acaba muchas veces por imponer su ley. Y decimos que no será suficiente porque lo que Bush debería hacer en este caso es llevar a cabo no sólo una revisión de sus actuaciones de gobierno, sino una revisión de su filosofía política. Algo para lo que quizás le falta visión. Bush parece obcecado en imponer su punto de vista ultraconservador en materias como el aborto, la reducción de impuestos, la financiación pública de organizaciones religiosas, el medio ambiente y la crisis energética, el escudo contra misiles o la privatización parcial de la Seguridad Social. Es casi todo un programa lo que debería someter a revisión. Ni creemos que esté capacitado para ello, ni es probable que quienes le han llevado a la presidencia le consientan hacerlo. En cualquier caso, el camino de centrarse es el único que le queda. De no hacerlo, le queda la solución de dejar pasar su mandato sin la menor esperanza de reelección.