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Es habitual asociar el verano al sol y a las vacaciones. Los turistas llenan las terrazas de los bares, las calles y las playas. Pero, echando un vistazo con un poco más de atención, se descubre todo un mundo de gente que pasa los meses de estío trabajando para ganar un sueldo que muchas veces les ayuda a pasar un invierno más holgado.

Y es que llenar el bolsillo suele ser la gran motivación de estos trabajadores, a pesar de coincidir casi unanimemente en señalar que se hace duro trabajar con un clima que invita a otras actividades más placenteras, y rodeados de gente que disfruta de sus vacaciones. Aún así, hay quien cree que ésta es la mejor época del año para trabajar. Éste es el caso de Sisla López, un jardinero que piensa que en esta época del año se trabaja más tranquilo «y se nota más vida a tu alrededor». Pero no todo el mundo lleva tan bien el trabajar rodeado de gente ociosa. Así, Juan José Capó, un camarero de 25 años, señala que «quema ver a tantas personas de vacaciones, aunque de alguna manera te tienes que ganar la vida».

Y es que esta motivación crematística aparece en casi todas estas profesiones, para las que estos meses de invasión turística suponen su gran oportunidad de hacer una buena caja.

Casi todos comparten la preocupación de Manolo Vargas, que lleva doce años conduciendo una galera, y que se muestra indignado porque «los turistas cada vez traen menos dinero. Vienen millones en número, pero no dejan pesetas». Además, Manolo y el resto de chóferes deben enfrentarse también a «la cantidad de obras que se hacen en Palma en verano, que impiden enseñar a los turistas lo que más les interesa: la parte antigua de la ciudad». Rafael Pérez, que se dedica al alquiler de bicicletas, comparte la indignación con el Ajuntament, porque cree que tiene descuidadas muchas zonas de la ciudad, lo que perjudica a los usuarios de sus bicicletas. A Rafael no le gusta demasiado trabajar en verano: «Se multiplican los ladrones, la picaresca, y baja el negocio porque la gente alquila menos bicicletas con este calor». Por eso, concluye que «las bicicletas no son para el verano».