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En contra de lo dicho sobre sa Rua, sa Rueta puede que haya sido la mejor de las celebradas en los últimos años. No sé si hicieron caso del comentario que hicimos a la anterior edición en el sentido de que no se trata sólo de llenar es Born con niños disfrazados, sino de hacer algo más. Y así ha sido. Aparte de que ha habido más niños que nunca, y también más disfraces que nunca, los niños disfrazados de forma más o menos dirigida se han divertido como pocas veces.

Y es que con los años, la con grupos musicales y de animación comisión de sa Rueta aprende. Lo decimos porque nos pareció que el control superaba a la improvisación en todos los terrenos. En primer lugar, se amplió en metros el espacio ya existente, pues sa Rueta comenzó casi a pies de la estatua de Ramon Llull, al principio de la autopista, ampliándose hacia la calle Constitució, donde se instaló un escenario para teatro y magia; por otra parte, se contó con varios escenarios dando caña durante todo el tiempo y animando al personal a que hiciera o practicara algo, ¡qué se yo!, cosas divertidas, juegos, etc.

Se instaló en pleno Born una pasarela que en momentos se convirtió en el verdadero escaparate de sa Rueta, pues por ella desfilaron todas y todos, algunos muy graciosos. Como novedades estaba los castillos hinchables que siempre ejercen un notable atractivo a los críos.

En cuanto a disfraces, los hubo para todos los gustos ¡lástima que muy pocos fuera artesanales! Por cierto, la delegada de Gobierno y sus dos hijas iban disfrazadas de indias sioux. Por su parte, Fageda, que recorrió toda sa Rueta con Carme Feliu, se reservó el disfraz para sa Rua.