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Los violentos enfrentamientos que mantuvieron ayer partidarios del presidente Hosni Mubarak y la oposición en la plaza Tahrir marcaron un punto de inflexión en la crisis política en la que lleva inmerso Egipto desde hace nueve días. La erupción de la violencia sumió al centro de El Cairo en el caos absoluto, bajo la mirada pasiva de los militares apostados en sus tanques y la ausencia total de policías, que estos días limitan sus funciones a dirigir el tráfico y custodiar algunas embajadas.


Al menos tres personas murieron y 611 resultaron heridas en las refriegas, aunque de ellas sólo cuatro se encuentran en estado grave, según dijo a la televisión pública el ministro de Sanidad, Ahmed Sameh Farid. La violencia estalló al mediodía, cuando miles de defensores de Mubarak se acercaron a los accesos de Tahrir para encararse con los miembros de la oposición e intentar desalojarlos de la plaza por la fuerza con palos y barras de hierro.

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Lluvia de piedras


Tras unos momentos de tensión en los que se intercambiaron insultos, comenzó una lluvia de piedras en ambas direcciones que hirió en la cabeza a muchas personas. El Ejército emitió ayer un comunicado reclamando a los egipcios que cesaran las protestas y volvieran a sus casas.

El dirigente opositor Mohamed el Baradei aseguró que «matones han salido a atacar a manifestantes pacíficos y se ha probado que son oficiales de policía vestidos de civil, tenemos sus carnés de policía».
El canal de televisión Al Yazira mostró supuestas identificaciones de policías que se hallaron en el suelo y que pertenecían a partidarios del presidente. El Baradei pidió al Ejército que actúe contra los seguidores de Mubarak y evite la batalla campal.