Blair estrecha la mano a un soldado durante su visita a Basora.

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Procedente de Egipto, donde pasó las vacaciones navideñas junto a su familia, el jefe del Gobierno británico se presentó de improviso en Irak para arengar a sus tropas, como ya hicieron el presidente de EE UU, George Bush, y el jefe del Gobierno español, José María Aznar.

Blair afirmó que el Irak posterior al derrocamiento de Sadam Husein comenzaba a «tomar forma» gracias a las tropas de la coalición. El «premier» volvió a denunciar el riesgo de las armas de destrucción masiva, pese a que el hecho de que nunca han sido encontradas en Irak le ha causado constantes problemas internos en su país, cuya población se opuso mayoritariamente a la guerra.

Necesitamos «ganar la paz», igual que ganamos la guerra, dijo Blair en la base de Shaibah a sus militares, a los que calificó de «pioneros» del siglo XXI por defender al mundo de amenazas como los regímenes represivos y el terrorismo.

Según Blair, la seguridad mundial está amenazada por «un virus particular de terrorismo islámico que supone una perversión de la verdadera fe del Islam» y por «estados brutales y represivos que desarrollan armas que pueden causar destrucción a escala masiva».

«Todo el mundo en el Reino Unido está orgulloso de vosotros», independientemente de cual haya sido su opinión acerca de la guerra, aseveró Blair, vestido con traje azul, sin corbata y visiblemente moreno tras sus vacaciones en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij.

La intención del primer ministro con su viaje a Irak fue levantar el ánimo de los soldados desplegados en Basora, una área en la que se han producido incidentes violentos. En su mensaje, Blair dijo a los militares que la reputación del Ejército del Reino Unido nunca había sido mayor que tras la guerra de Irak.