Un soldado estadounidense vigila un vuelo de Air France en el aeropuerto de Nueva York.

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Estados Unidos comenzó el nuevo año bajo el signo de viejas amenazas terroristas y el aumento de la seguridad aérea, aunque esto cause molestias a los turistas y afecte a la aviación internacional. Aunque los críticos lo consideran una exageración sin ninguna justificación, el Gobierno asegura que la intensa vigilancia de su espacio aéreo y de los vuelos procedentes del extranjero es una precaución mientras el país continúa en alerta naranja, el segundo nivel más alto en una escala de cinco.

El Gobierno ha dicho que estas medidas -incluso una escolta militar de algunos vuelos de Air France y otras aerolíneas- obedecen a datos de inteligencia interceptados recientemente y no sólo a sospechas.

«Reconocemos la inconveniencia extraordinaria... pero son medidas que no tomaríamos si no fuesen necesarias y si no creyéramos en los datos específicos de inteligencia», declaró ayer el subsecretario para la Seguridad del Transporte y Fronteras, Asa Hutchinson.

Hutchinson afirmó que el Gobierno no escatimará esfuerzos en combatir el ingenio de los grupos terroristas, y enfatizó que los gobiernos extranjeros se han mostrado muy receptivos y dispuestos a colaborar en las necesidades de seguridad de EEUU.

Washington exigió el lunes que las aerolíneas extranjeras coloquen agentes armados encubiertos en sus vuelos cuando lo crea necesario, o de lo contrario perderán su derecho a aterrizar.

Al menos seis vuelos procedentes del Reino Unido, Francia y México se han visto afectados por la serie de medidas de seguridad.

Estados Unidos trata así de imposibilitar que se repitan los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando 19 terroristas secuestraron cuatro aviones comerciales y los convirtieron en misiles aéreos, causando la muerte de unas 3.000 personas.