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EFE - PRISTINA Kosovo está en pleno ebullición, mientras, Serbia celebró ayer su fiesta patria de San Vito con sabor amargo de una nueva derrota kosovar y una oleada de críticas al régimen del presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, al que no sólo la oposición, sino también la Iglesia ortodoxa pidieron que dimita. Serbia central y Montenegro son los destinos elegidos por gran parte de la población serbia en su precipitada huida de Kosovo, una veces fruto de la expulsión y otras por miedo a la venganza de los albano-kosovares, que queman y saquean las casas que aquéllos dejan vacías.

Unos cien serbios, principalmente ancianos, incluidos algunos inválidos, siguieron ayer concentrados ante un cuartel estadounidense en una plaza céntrica de Urosevac, en el suroeste de Kosovo: son los últimos de esta comunidad que aún permanecen en la localidad. Todos han sido expulsados de sus casas en los últimos días por albaneses armados y ataviados con uniformes del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK) y muchos de ellos fueron golpeados.

Ahora permanecen a la intemperie, sin equipaje, a la espera de que los soldados de la Fuerza internacional de paz para Kosovo (KFOR) les escolten hasta que abandonen la provincia. La Alta Comisaría de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que inició ayer el retorno organizado de albano-kosovares, «no tiene cifras» sobre los serbios desplazados que puede haber dentro de Kosovo, pero se calcula en unos 70.000 los que han abandonado la provincia, de una población de 180.000, aunque la Iglesia ortodoxa eleva el número de huidos a 10.000 más.

El retorno organizado de refugiados comenzó ayer por la mañana con la salida de diez autocares hacia Pristina en los que iban 325 personas que abandonaban el campamento de Stankovic, en Macedonia. Hoy empezará también el regreso oficial de los refugiados en Albania, que se dirigirán a la ciudad de Prizren, mientras se mantendrá la evacuación de los demás kosovares presentes en Macedonia.