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En contra de alguna opinión publicada recientemente, tanto Balears como en el conjunto de España tenemos un grave problema de productividad empresarial. Una asignatura pendiente que desde CAEB venimos denunciando desde hace ya demasiado tiempo basándonos en los exhaustivos informes de la Fundación Impulsa, en el ámbito autonómico, y en los no menos ilustrados publicados por las patronales nacionales CEOE y CEPYME.

Los últimos estudios de Impulsa, fundación formada ya por más de 60 patronos de 24 sectores productivos distintos de las Islas, ponen el punto de mira en la paulatina pérdida de productividad que viene sufriendo el archipiélago balear desde finales de los 90. Más de dos décadas de caída que, por muy buenas temporadas que tengamos y por mucho empleo que nuestra principal industria económica pueda crear, no puede esconderse.

Si atendemos al último indicador CEPYME sobre la situación de las pymes españolas, las pymes de España -el 99% del total- registran una productividad un 1% menor que en 2019 y un 4,7% más baja que en 2011. La economía española ha experimentado un declive productivo entre 2018 y 2023 en relación a los países de su entorno europeo. Mientras el promedio de incremento en la productividad en países avanzados ha sido del 4,6%, en España se ha registrado una caída del 3,8% en el último lustro.
Las caídas de productividad implican para las pymes mayores costes y menor rentabilidad, una situación que se ve agravada por las subidas de los costes laborales que provocan medidas como el aumento constante del SMI o la más que posible reducción de la jornada laboral.

Por si fuera poco, los empresarios también nos enfrentamos a un incremento del absentismo laboral, cuya tasa en Balears alcanzó el 5,6% el pasado verano subiendo medio punto en el último año, según el último informe de Randstad Research. Una situación especialmente grave en un contexto de falta de mano de obra como el que estamos padeciendo tras la pandemia. Ni que decir tiene que el absentismo preocupa mucho al tejido empresarial y es un ingrediente más que lastra la productividad de cualquier economía. Es inaplazable que afrontemos entre todos, este lento pero incesante retroceso productivo si queremos liderar con garantías el cambio de modelo hacia la economía circular.

No existen varitas mágicas que logren variar este rumbo de día para otro. Para hacer frente a este gran desafío es fundamental atraer inversiones, apostar por la innovación, digitalizar las empresas aprovechando de una vez los fondos Next Generation y, muy especialmente, dirigir nuestros esfuerzos hacia la formación y/o especialización de nuestra mano de obra. Con trabajadores más y mejor cualificados, la producción y calidad de bienes y servicios se incrementa, los sueldos suben y se reparte mejor la riqueza de una economía pujante como la balear. Y esto sólo es posible de la mano de una mejora de la productividad.