TW

Un lustro perdido, que se ve reflejado en la inquietud de la banca mundial por la economía. Este paréntesis podría ser bien la consecuencia de la crisis del covid, de la elevada inflación o de la guerra de Ucrania. El FMI preveía que los próximos cinco años se caracterizarían por un lento crecimiento del PIB mundial, el más débil desde 1990. El crecimiento potencial, ritmo en el cual un país puede crecer sin provocar inflación, ha pasado del 3,5% entre 2000 y 2010 a 2,6% entre 2011 a 2021. Con los mismos ingredientes se establecerá en un 2,2% entre 2022 y 2030. Esta tendencia se debe principalmente a la demografía, concretamente a la población de China y Japón y pronto a la de todos los países desarrollados de débil natalidad, que debería provocar un freno del 50% al crecimiento. Si añadimos la fragilidad financiera y bancaria, las tensiones geopolíticas que disminuyen las inversiones extranjeras, se comprende que el banco mundial anticipe un porcentaje del 1,7% para 2023. En definitiva, todo el potencial de crecimiento de la década va a depender de otro factor principal: la productividad. Si la población activa disminuye y el tiempo de trabajo no aumenta de forma significativa solo se puede esperar que sea través la IA y la robótica para conseguir un crecimiento que no sea débil, evitando el factor envejecimiento de la población o incluso revertir el escaso intercambio entre las grandes potencias por la guerra fría.

La ola «chat GPT» es un tsunami que afecta al empleo, la economía, la vida privada, la información y en general a la sociedad… una verdadera revolución tecnológica, comparable por su amplitud a la de internet, que se desarrolla a toda velocidad frente a nuestros ojos después de una gestación de varios decenios. La inteligencia artificial (IA) surge en el corazón de nuestras vidas. La versión «GPT-4» lanzada el último mes ha sorprendido a todos los que la han testado. Este robot es capaz de componer poemas de calidad, analizar imágenes, detectar el humor: «enséñale una foto de tu nevera y te propondrá una receta de vuestro menú con los ingredientes disponibles», «pídele que te ayude a ser rico y te sugerirá crear una página web de e-commerce vendiendo productos ecológicos, codificará esta página y os aconsejará su desarrollo».

No pasa una semana sin que los usos menos simpáticos de la IA no sean comentados. Además, como noticia inquietante la IA es perfectamente capaz de mentir si hay interés intencionado. La aceleración de esta revolución tecnológica levanta tantos problemas éticos que un millar de expertos de la «Techon», en una petición publicada el 29 de marzo sugiere una pausa de seis meses en el desarrollo de sistemas de IA, incluido el «chat GPT». Según ellos su difusión deberá ser planificada y organizada con cuidado y recursos importantes. No se puede saber que pasará cuando la inteligencia artificial, de la que alguno de nosotros todavía no dominamos su completo funcionamiento, se nos presente con una capacidad superior a la nuestra. La suerte está echada, toca actuar y gestionar.