La plantilla de trabajadores de Pons Quintana a las puertas de la fábrica de Alaior. | Gemma Andreu

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La prestigiosa firma de calzado Pons Quintana ha cumplido sesenta años desde su fundación. Una historia industrial y familiar que relata la trayectoria de uno de los fabricantes de zapatos más respetados de nuestro país, que ha hecho del zapato trenzado artesanal su signo de identidad en todos los escaparates del mundo. El camino de esta firma arrancó desde Alaior en 1953 de la mano del incansable Santiago Pons Quintana (todavía sigue yendo cada día a fábrica) y la segunda generación protagonizada por sus hijos Santi y Magda la ha hecho viajar desde Menorca hasta Japón, Estados Unidos o Italia, en más de medio siglo de existencia.

El crecimiento ha sido constante. De los diez trabajadores iniciales, al centenar largo que compone su plantilla. Además de un volumen de exportación cercana al 70 por ciento y una facturación anual de once millones de euros. Pons Quintana ha trascendido más allá de un apellido reconocido como un signo de calidad y comodidad en calzado para señora hecho en Menorca.

La historia de esta firma de calzado la inició Santiago Pons Quintana, quien nació en 1929 en Alaior y entró a trabajar en la pequeña fábrica de calzado de su tío Pepe Quintana, donde ayudaba en la producción mientras estudiaba por las noches. En paralelo a sus aficiones deportivas, se entretenía en casa fabricando calzado infantil que su futura mujer vendía en una tienda de ropa del centro del pueblo, y que todavía hoy existe. Fue la casualidad o el destino, pero el hecho es que unos industriales islandeses se fijaron en sus zapatitos infantiles Chicarros expuestos en el mostrador de aquella mercería. Esto propició el inicio de todo lo que vino a continuación. “Los islandeses le avanzaron 200.000 pesetas para que en el plazo de un mes les enviase 1.220 zapatitos y el encargo funcionó a la perfección”, explica Magda Pons-Quintana Palliser. “Mi padre recibió el dinero y se sucedieron los encargos”.

En 1953, Santiago Pons Quintana se establecía por su cuenta en un pequeño local del claustro del Convent de Sant Diego, y tres años más tarde ya saldría a vender en los principales mercados españoles con un maletín lleno de zapatillas e ilusiones.

EL GRAN SALTO. Pero lo que supuso el establecimiento de unas sólidas bases comerciales fue el acuerdo al que llegó en 1956 con el mismo Ramón Areces, propietario de El Corte Inglés. Eran también los inicios de estos grandes almacenes que han hecho historia en nuestro país y seguramente Pons Quintana, sin saberlo, abría unas relaciones que todavía hoy se mantienen. “Conservamos el número 47 de proveedor”, detalla Santi Pons-Quintana Palliser. “El acuerdo propició que mi padre necesitara más espacio y por eso se trasladó a una nueva fábrica de 500 metros cuadrados, pasando a fabricar 300 pares diarios de zapatillas de niño, mujer y hombre”, añade.

Pons Quintana, de hecho, fue el creador de las babuchas, un tipo de zapatilla de hombre que existe en toda España aunque como apunta el historiador Juan Hernández Andreu en su libro dedicado a los empresarios menorquines “tuvo el desacierto de no patentar la idea”. En 1961, Santiago Pons Quintana ya tenía 35 obreros y vivía unos momentos de sólida prosperidad que lo impulsaron a un tercer traslado en 1968 hacia una fábrica de más de 1.000 metros cuadrados en Alaior, sede de la empresa.

ÉPOCA DE CAMBIOS. En 1970 Pons Quintana viajaba a París para aprender nuevos sistemas de fabricación para zapatillas, lo que le hizo modernizar su planta de producción. También fue el momento de fuerte expansión comercial en zonas importantes como Catalunya o Madrid pero también, abriendo mercado en Italia gracias a su participación en las primeras ferias. De hecho, animado por los incentivos fiscales de la época, inició la aventura de la exportación de sus zapatillas a Estados Unidos.

Lo que no podía aventurar Santiago Pons Quintana es que finales de los años 1970 y principios de 1980, la crisis industrial del momento pondría en peligro su estabilidad, ya que la venta de zapatillas se empezó a desmoronar. Coincidió también con la incorporación de su hijo Santi y con una lectura inteligente del mercado de la moda.

“Tuvimos que abandonar las zapatillas de toda la vida porque nos dimos cuenta de que el consumidor ya no las encontraba tan necesarias, y aterrizamos en el terreno del calzado de mujer, apostando por la innovación” explica Santi. Volvieron a modernizar su sistema de producción para poder acelerar los ritmos de trabajo y ser competitivos en un nuevo entorno.

EL TRENZADO. Uno de los hitos más importantes de todos estos sesenta años de historia fue, sin duda, los modelos trenzados que conquistaron a un cliente francés en la feria de Dusseldorf de 1985 y que se convirtieron en un boom en poco tiempo. “Habíamos traído la colección que queríamos presentar y, un poco fuera de muestrario, empaquetamos un trenzado artesanal en diseño para mujer sin esperar que se convirtiera en un acontecimiento”, explica Magda. “Cuando el cliente los vio casi al final de la presentación que le hicimos nos dijo que aquello era espectacular, y se acabó convirtiendo en la colección más vendida de toda la feria”, detalla Magda que por aquel entonces llevaba tres años trabajando junto a su padre y su hermano.

“Los diseños de trenzado exigen mucho trabajo pero lo convierten en un artículo único. Nos llegan los cortes hechos a fábrica y los seguimos procesando de manera artesanal”, explica Santi. “La mezcla de colores, confort y diseño en un mismo zapato supongo que son el secreto de un éxito que nos ha marcada mucho”, añade. “Pons Quintana ha apostado siempre por un calzado no agresivo sino urbano y cómodo pero siempre diferente”, señala Magda.

A partir de los años 90 impulsaron la notoriedad de su marca, abrieron siete tiendas propias en la Península y Balears (la última hace dos años en Palma) e hicieron crecer la exportación exponencialmente, llegando hoy en día a casi el 70 por ciento de toda su producción. El impulso a través de las misiones comerciales que la administración propiciaba a través de la Cámara de Comercio y en las que Pons Quintana se pudo apoyar siempre, le han facilitado poder abrir muchos mercados más allá de Europa, en Asia, México o Australia, sin dejar de asistir cada año a un sinfín de las ferias más prestigiosas, bien en propia persona o bien a través de representantes.

El hecho de hacer dos colecciones nuevas de invierno y verano cada año supone una gran exigencia comercial, productiva y financiera, que no les da tregua. “2013 ha sido especialmente difícil para nosotros porque se nos han caído algunos mercados importantes afectados por la caída del consumo, pero esperamos que 2014 nos sea más propicio”, confiesa Magda. “Soy una persona optimista y no me rindo fácilmente. Si te cuento que a partir de ahora tengo ya previstas las ferias de Nueva York, Las Vegas, Atlanta, Japón, Corea, Taiwán, Madrid, Milán y Duseldorf, ya te puedes imaginar que seguimos yendo a por todas”.