El artista Jean Marie del Moral posa en su estudio de Ses Salines. | M. À. Cañellas

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Miquel Barceló contó en una entrevista recogida en un volumen editado por La Fábrica, en su colección Archivo de Creadores, que odiaba tener a alguien mirándolo mientras pintaba porque «pintar no es algo que se haga en público; es como la masturbación o un asesinato, algo que no haces delante de la gente». Sin embargo, el fotógrafo francés -mallorquín de adopción- posee el don de la discreción, «a pesar de ser tan grandote», como añade Barceló con la complicidad hacia quien le ha fotografiado durante casi 40 años.

Precisamente este vínculo es el que mostrará Del Moral en la 43 edición de Arco, la Feria Internacional de Arte contemporáneo de Madrid, que se celebrará del 6 al 10 de marzo, concretamente, en el estand de El País. La propuesta, que lleva por título Jean Marie del Moral 1985-2023 - Suite Barcelo, consiste en una exposición de 23 fotografías que miden un metro por ochenta y cinco centímetros, tomadas entre 1985 y 2023. «He tenido que hacer un gran esfuerzo por seleccionar las que quería enseñar. Hay una parte del viaje a África, el primer estudio que tuvo en París donde pintó los cuadros que llevaría a su primera exposición en Nueva York, a la galería Leo Castelli, o cuando estaba trabajando en la cúpula del Mercat de les Flors de Barcelona, además de la parte dedicada a la cerámica que trabajó desde Vilafranca o Farrutx», detalla.

Invitación

«No me esperaba la invitación, porque la fotografía es el medio más moderno que existe, pero eso no se ha llegado a entender. Basta con ver que no se estudia en las escuelas», lamenta. «Hemos pasado de la escultura a la pintura, artes que ya forman parte de nuestro inconsciente global, pero la fotografía es el único medio que para el tiempo y que lo transforma con la visión de la memoria, que se añade al tiempo parado. Si miras un retrato tuyo de hace veinte años, ese ya no eres tú, es otra realidad», razona.

Asimismo, defiende que «la fotografía es esencial en el mundo de hoy, sobre todo a nivel colectivo, porque estamos perdiendo la memoria». «La fotografía es memoria y testimonio y también una herramienta capaz de contar cualquier historia, sea épica o banal. Pero, insisto, no hemos entendido lo extraordinaria que es. El mundo del arte no la ha aceptado, sigue habiendo una mirada de desprecio, como si se limitara solamente a la documentación, cuando la fotografía es documentación, pero también mucho más. La confusión viene de ahí: en primer lugar, porque a muchos críticos de arte no les interesa el estudio como objeto de punto de partida ni el testimonio visual sobre el artista. Hay un malentendido en todo eso», aclara.

Miquel Barceló
Miquel Barceló, pintando en su estudio de París en 1985.

Sobre su relación con Barceló, recuerda que hace 40 años que empezó a sacarle fotografías. «Mi idea inicial era crear un libro. Como si se tratara de una novela gráfica, quería contar la vida y, sobre todo, su trabajo y su estudio, que es su espacio mental. El estudio de un pintor es su cueva secreta, es su autorretrato. He tenido la suerte de visitar más de 200 estudios y me he dado cuenta de que es ahí donde se producen todas las metamorfosis, pues es un lugar que puede cambiar de una semana a otra. Todo ese ciclo me fascina», relata Del Moral, que no se limita a fotografiar a Barceló, sino también a su entorno, «su cueva». «El objeto más insignificante para el que lo ve desde fuera, puede ser muy importante para el artista que lo utiliza. En mi memoria tengo la imagen de diferentes estudios de Miquel y me puedo fijar en que un objeto está colocado de forma diferente a la de hace uno o dos años y, a su vez, en los otros objetos nuevos que ahora están a su lado. Ese es el punto de partida de otra historia», razona.

«Fíjate que mucha gente conoce a Picasso gracias a las fotografías que le hicieron Douglas Duncan, Brassaï o Robert Doisneau. Gracias a esas imágenes entiendes la forma que tenía Picasso de moverse, de ocupar un espacio, que es similar a la de Barceló: ambos tienen esa fuerza expansiva, de hacerlo con algo tan personal, sensual y fuerte que realmente te dan ganas de sacar fotografías cuando lo ves. Cuando uno ve cómo trabaja Miquel tiene el instinto de querer hacerle una foto», declara. De nuevo, entrar en el estudio de un artista es adentrarse en «una fábrica en la que ves el coche que se está haciendo».

¿Y qué dice el estudio sobre Jean Marie del Moral? «Catherine [de Montalembert, esposa del fotógrafo] y yo vivimos sin televisión y rodeados de libros. Ambos somos grandes lectores. Siempre digo que soy fotógrafo por la pintura, la literatura y el cine, los tres van ligados y pueden formar parte de la fotografía. En esta biblioteca tengo títulos sobre fotógrafos y pintores que me gustan. Es como un manifiesto. Hoy más que nunca necesitamos valorar el saber, el gusto por disfrutar de una obra. Vivimos en un mundo en el que nos muestran cosas horribles y duras de aceptar, pero aunque suene banal, la belleza puede salvar el mundo. Ante un cuadro de Matisse uno piensa ‘la vida está bien’; o de Picasso o Cézanne. El conocimiento es lo más importante de todo. Los museos son farmacias que suministran medicamentos contra la ignorancia. Hoy, con todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance, no tenemos derecho a ser idiotas. Un libro es casi como un paquete de tabaco», afirma.

Ante tantas posibilidades, es fácil sentirse abrumado. «Nos quieren poner las cosas muy fáciles y hay que ir con cuidado con tanta facilidad. Hemos perdido la espontaneidad y queremos ir más rápido que el tiempo. La pandemia ha hecho mucho daño también. La gente ya no se mira. Me gusta observar la multitud en los aeropuertos, que son como laboratorios visuales. Veo cómo pasean sin mirarse, sin cruzar una palabra. Todos miran hacia abajo, hacia las pantallas. Yo soy incapaz de andar sin mirar a mi alrededor», apunta.

Por otra parte, está previsto que el próximo año publique un nuevo libro sobre su relación con Barceló, que continuará la estela del que lanzó ya hace veinte años con La Fábrica. «Es un volumen ambicioso que lleva mucho trabajo. Además, me gustaría pedir un texto a un crítico de cine en vez de uno de fotografía o pintura, porque tiene más a ver con el cine o la literatura», desvela.

Finalmente, entre sus próximos proyectos, figura también la edición de otro libro de fotografías que tomó cuando, con 22 años, fue enviado por parte del periódico L'Humanité a Portugal poco después de la Revolución de los Claveles. «Todo el mundo habla de la España Negra, pero también hubo un Portugal Negro. Visité chabolas, el Alentejo, fábricas, escuelas y asistí a mítines políticos», recuerda. Seguramente, avanza, se presentará el próximo 25 de abril, en el 50 aniversario del alzamiento.