El dramaturgo y director teatral Miquel Mas Fiol, en una imagen reciente en Palma. | Teresa Ayuga -

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En un futuro distópico, una isla que bien podría ser Mallorca se queda sin turistas por culpa de un terrorista turismófobo. Desesperados, un médico y un matancero hacen negocios en el mercado negro con la venta de hígados. De repente, se encuentran con Subjecte Trenta-Tres, un intelectual vagabundo cuyo hígado, como Prometeo, se regenera. El descubrimiento ofrece la posibilidad de ampliar el negocio a una escala inimaginable y la Isla se convierte en el destino turístico preferido por personalidades de todo el mundo, desde Putin hasta Madonna.

Este es el punto de partida de Fetge inclòs, el título con el que Miquel Mas Fiol (Sa Casa Blanca, 1996) ha ganado el XVI Premi Llorenç Moyà de obras dramáticas de Binissalem. Recién publicado por Adia Edicions, el autor lo presentará mañana, a las 12.00 horas, en el Casal de Cultura Can Gelabert, con la compañía de Bet Palou, Guillem Juaneda Duran, Jose Artero y Toni Pol Marcús. Además, hará lo propio el próximo miércoles, a las 18.30, en la Biblioteca de Sant Jordi con Miquel Sbert y Xisca Monserrat.

Sinopsis

En Fetge inclòs, los habitantes añoran el antiguo boom turístico, algo que, según Mas Fiol, también se reproduce en la realidad. «Hay quien le gustaría que volviera ese progreso de los años del boom, ya sea el comienzo, en los sesenta, como el de los 2000 con la época de la construcción. Así, la obra recoge ese pensamiento generalizado de que todo está al servicio del turismo, incluso las entrañas. Ya no solo vendemos las playas, que ya están hechas un asco, sino también los órganos. Todo con tal de que vengan turistas», detalla.

La obra termina con una gran Boda Roja –una suerte de matanza nupcial– a la que asisten un desfile de personajes, desde Marga Prohens y Jorge Campos que aquí son amantes, Catalina Solivellas y Francina Armengol «y sus amigos del Hat Bar» hasta Tomeu Penya, Josep R. Cerdà [precisamente jurado de este premio junto a Xavier Martínez], Tomeu Arbona y Papa Topo.

«Cualquiera que lea el argumento puede pensar que se trata de una gran salvajada sin sentido, pero si escarbas un poco te das cuenta de que sí que lo tiene», asegura. Con tantas referencias a personalidades locales, Mas Fiol lamenta que el texto no llegue nunca a representarse. «No lo he hecho con malicia, sino más bien con cachondeo. En el fondo, nos reímos de nosotros mismos y ahí juega la autoestima. En el momento en el que te pones a criticar a todo el mundo con mala leche y sorna, terminas haciéndole un homenaje. En este sentido, también podría leerse como un autohomenaje a figuras de nuestro entorno».

En todo caso, la obra tiene un claro mensaje de crítica a la «folklorización de Bauzá, a esa imagen de Mallorca en la que pasaba un avión y había payeses bailando. Es una postal ridícula y una farsa que se vende a los turistas. Mallorca es mucho más grande y abierta que todo esto». «Reírse de nosotros mismos es muy sano y divertido, pero hoy en día parece que no es muy viable. Vienen tiempos difíciles y los programadores tienen miedo a propuestas como estas. Últimamente se premian obras muy temáticas, a la gente le gusta ir a ver un montaje que seguro le gustará, no buscan algo diferente que les sorprenda», admite.

En todo caso, si alguna productora llegara a interesarse, Mas Fiol tiene claro cómo lo enfocaría: «En un mundo distópico, los personajes irían vestidos con los restos de la Mallorca turística y corrupta que gente tanto echa de menos; tal vez con pancartas de Jaume Matas o un traje con una caja de ensaïmades a lo Ágatha Ruiz de la Prada. Me haría mucha ilusión, sería como un sueño».