La escritora y profesora Ruth Miguel.

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La poeta y ensayista Ruth Miguel reflexiona en su último libro sobre la belleza del barrio. Miguel, que es profesora de la UIB, reflexiona sobre su Pere Garau adoptivo, entre otros lugares, en La belleza del barrio, volumen editado por Eolas, en una colección específica que pretende reflexionar sobre las bellezas, dirigida por Gustavo Martín Garzo. En el caso de Ruth aborda los no-lugares, la cultura del chandal y de las tensiones entre centro y periferia y nuestra tensionada relación con las tendencias. Ya lo dijo Jean Cocteau: ‘la moda muere joven’.

¿Qué belleza es la de barrio? ¿Y la de periferia?
—He oído a varias mujeres decir que ellas no tienen ropa de estar por casa. Cocinan, leen y cambian el rollo de papel higiénico con su blusa y sus pantalones con raya. En cambio, hay otras personas que van en pijama y bata a llevar a la niña al colegio y a por leche al súper. De hecho, Los Santos cantan ‘salgo a la calle con los oros y en pijama’. Cuando Dick Hebdige analiza el significado del estilo en Subcultura, se presupone siempre una intención, un esquema estético que intenta ser subversivo. En realidad lo más subversivo es no tener ningún esquema. La belleza lo puede incluir prácticamente todo, excepto la indiferencia, normalmente porque eres pobre y tienes cosas bastante más urgentes de las que preocuparte.

Hace un trazado por diferentes ciudades, ¿dónde se detienes en Palma?
—¿Dónde me detengo en el libro o en la realidad? Si es en la realidad, hay dos o tres bares y, especialmente, el Mercadona de calle Manacor. Es uno de mis sitios preferidos de la ciudad. Si es en el libro, me fijo en las murallas muertas y en los edificios con nombre, solo para poder detenerme en las murallas vivas y en los edificios sin nombre.

Usted es de León, ¿qué diferencia hay entre la belleza de barrio de Palma y de León?
—La diferencia es el dinero. En realidad, la diferencia es siempre el dinero, no hay nada en la vida que no tenga que ver con eso. Palma es más grande y hay muchísimo más poder adquisitivo que en León. El tejido urbano y el aspecto es diferente. León es cuqui y medieval. Conserva las murallas no como marca de nobleza, sino porque no ha venido nadie a comprárselas.

Establece una belleza de lo periférico, ¿existen bellezas de lo normativo y de lo no normativo?
—Cualquier discurso ‘no bello’ puede normativizarse y transformarse en bello si hay suficiente dinero de por medio. Del mismo modo, los grillz, las joyas ostentosas y los chándals están entrando en una estética normativa. Lo no normativo solo existe mientras no le interesa a la norma Y sobre lo feo podríamos decir lo mismo: nada hay más volátil que los estándares de belleza. En relativamente poco tiempo pueden convencernos de que cualquier cosa es bella y nosotras diremos amén y pensaremos que nos ha gustado de toda la vida.

¿Existe una belleza del no-lugar?
—Lo que no existe es el no-lugar, como ya ha dicho gente mucho más autorizada que yo. Para un varón blanco francés, una catedral gótica es un lugar y un centro comercial es un no lugar. Pero mete a más de un chaval en la Seu y verás qué indiferencia más absoluta. Por ejemplo, para mí los aeropuertos son bellos. Se suspende el tiempo y existo mucho menos. He escrito muchísimo en aeropuertos.

¿Qué podemos encontrar de la Ruth Miguel Franco poeta en este ensayo?
—No creo que haya mucha diferencia entre una Ruth y otra. Yo escribo igual. Simplemente, soy muy respetuosa con las convenciones de género. Y con las modas, respeto mucho las modas. Lo que no respeto es la lengua, escriba poesía o artículos científicos.