La escritora Roser Cabré-Verdiell comparte su universo literario en su primera novela, 'Aioua' (Males Herbes), que presenta este miércoles en Palma. | Miquel González

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En el verano de 2015, la escritora Roser Cabré-Verdiell (Barcelona, 1982) dejó en pausa su vida en la Ciudad Condal y se marchó a Iowa para escribir. Allí, «curiosamente», dio con un festival de literatura creativa, que decidió aprovechar como «excusa» para terminar un manuscrito que tenía a medias. Sin embargo, en realidad se pasó dos meses «divagando» y «prácticamente en silencio», pues decidió que, por una vez, no socializaría con nadie.

Fue una anécdota de una mujer que le contó que se casaría en un pajar lo que le provocó una especie de «chispa». Semanas después, ya en Barcelona, se pondría por fin a escribir lo que luego, tras años en un cajón y revisiones, se convirtió en su primera novela, Aioua (Males Herbes), distinguida con el Premi Finestres y el Premi 42. Este miércoles por la tarde, a las 19.00 horas, conversará sobre ella con Lucia Pietrelli en la librería Drac Màgic de Palma. Será la última sesión del ciclo Màtries, impulsado por la Fundació Mallorca Literària.

Cultura norteamericana

«Mi cultura está muy vinculada con la norteamericana, tanto en literatura como en el mundo audiovisual. Empecé a ir cuando era pequeña; de adolescente, me enviaban mis padres para aprender inglés y luego, de mayor, dedicaba todos mis ahorros para ir a conocer los Estados Unidos», recuerda la autora. En Frankville (Iowa), encontró «un territorio que tenía muy visto en las películas».

«Me gustaba que fuera un lugar que, desde aquí, no resultara extraño, pero al que tampoco tenemos un acceso muy directo. Me interesaba que tuviera ese exotismo cercano, que el lector fuera capaz de situarlo en el mapa y que el imaginario resonara de forma conocida, con los típicos campos de cereales, granjas y pajares, vacas..., pero que a la vez no fuera una realidad muy inmediata», razona.
Y es que un puntal que la mueve a escribir, reconoce, es la psicogeografía, el «cómo nos relacionamos con el espacio y el entorno».

«Los situacionistas reivindicaban ir a la deriva por la ciudad, sin mirar ningún mapa, simplemente ponerse a caminar sin ninguna intención clara, y solamente pararse cuando se toparan con alguna pared en medio del camino. La protagonista, Rut, hace lo mismo: pasea o conduce sin más intención que encontrarse consigo misma. Camina para pensarse, porque si no camina no piensa y, por tanto, no habría acción y ella necesita desbloquarse, pues se ha quedado muda», matiza.

El de Rut, que se marcha a Iowa huyendo de un hombre (Hac), es, con todo, un bloqueo «de cara a fuera», pues Aioua no deja de ser un torrente de sus pensamientos y reflexiones. «Está paralizada porque tiene que tomar una decisión importante. Lo que pasa es que toda palabra no existe fuera, solo en su interior. A partir de ahí, construye una historia mental imparable», que propone la autora a partir de un juego.


Juego

«Siempre tengo que aferrarme a un juego; me interesa más el cómo que el qué. Aquí pasa por un universo simbólico con una confrontación entre vocales y consonantes, entre entender la vida con calma y paz contra el choque que suponen las consonantes que, para Rut, representan el trauma. En esta dualidad vocal-consonante reside el conflicto», aclara. Esa premisa encaja con el título de la novela, Aioua, que se corresponde con la transcripción fonética «en esa persecución de las vocales».

Efectivamente, la comunicación y especialmente las palabras tienen un papel muy importante en la obra. De hecho, la protagonista llega a confesar que le gustan más las palabras que el sexo oral. «Cada palabra de fuera, que encuentra en el exterior, le sirve para explicarse. Para mí, la palabra es importantísima. La elección de cada vocablo no es para nada inocente: no es lo mismo decir molèstia que nosa. Lo que hace Rut es distinguir entre las que son paja mental y las que son esenciales, que reflejan quiénes somos. Ella busca la palabra justa y, aunque es imposible, se acerca a ella. Es un ejercicio literario».

«Como autor estás obligado a escoger, pero eso también me ayudó a crear su personaje. En esa cosa tan obsesiva en torno a la palabra es de donde venía su trauma», concluye la autora, que está trabajando en su segunda novela que, avanza, «no tendrá nada que ver». «Será más autobiográfica y contenida, relacionada con dos amigos míos que desaparecieron. Mi universo literario es bastante concreto y el hecho de que lo haya podido mostrar en Aioua ya es un éxito para mí».