Carles Torner ha presentado este jueves en Embat su nueva novela, 'Ucraïna, mon amour' (Empúries). | Jaume Morey

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En 2017, Carles Torner (Barcelona, 1963) estaba en un congreso del PEN Internacional, entidad que entonces dirigía, en la ciudad ucraniana de Lviv (Leópolis en castellano). Su cargo, cuenta, suponía viajar allí asiduamente para buscar financiación, decidir los contenidos o los invitados, entre otras tareas. «Allí hice muchos amigos y descubrí que la nueva generación, la que vino después de la independencia de Ucrania, era tristemente, la primera que no estaba traumatizada por la Unión Soviética ni por repetidas guerras y violencias. Eso, lamentablemente, ya no es así», recuerda el escritor, que ‘regresa’ a Lviv seis años después con su nueva novela: Ucraïna, mon amour (Empúries). La presentó este jueves por la tarde en Embat Llibres (Palma) junto a Miquel Àngel Llauger, autor, traductor y jefe del nuevo Comitè d’Emergència Climàtica del PEN Català.

Así las cosas, cuando Rusia invadió Ucrania en febrero del año pasado, Torner sintió el impulso de escribir algo al respecto. «El personaje de Rosalia tocó a mi puerta», asegura el autor, que había publicado su anterior novela hace 26 años (L’estrangera, Proa).

«No es un libro documental ni un reportaje. Al contrario. Lo que quería es reflejar que, en la guerra, también hay amor, fiesta y literatura, con los autores que quiero, como Quim Monzó y Pere Calders, pero también el que está traduciendo Rosalia, el polaco Isaac Bashevis Singer, Premio Nobel de Literatura. Ella, ante la tragedia y sabiendo que él venía de una zona de la que tuvo que marcharse justo antes de que llegaran los nazis, descubre que la experiencia de la guerra hace que vea las cosas como Isaac, de una protesta activa contra la injusticia y la muerte de inocentes, combinada con una gran compasión abierta a todo el mundo», detalla.

Y así fue como Torner fue armando la trama de la novela, protagonizada por Rosalia, una traductora que, en el momento de la invasión rusa, trabaja en Lviv y que se ve obligada a volver a Barcelona, a casa de su exmarido. Allí, todo ha cambiado, no se entiende ni con él ni con sus amigos, vinculados desde siempre con el movimiento pacifista. Todos parecen entender mejor que Rosalia cómo funciona la guerra. Pero, ¿quién tiene derecho a hablar de ello? Según el autor, «antes de todo esto la gente no sabía casi nada acerca de Ucrania ni conocía la realidad sobre su cultura, no era consciente de la represión que sufría por parte de la Unión Soviética».

De esta manera, la escritura de Ucraïna, mon amour –cuyo título remite al filme Hiroshima mon amour–, «fue una manera de canalizar todo lo que sucedía en ese momento y poco a poco fue tomando forma, arrastrado por el personaje de Rosalia, por sus pensamientos y lecturas». Porque, puntualiza, una cuestión «muy importante» de la historia es que «ella ha escogido la opción de dedicarse a la traducción, que es una de las cosas más importantes que puede hacer en el contexto actual, que salva las tensiones. Y ella hace el esfuerzo incluso cuando caen bombas donde viven sus amigos. Es su manera de responder a los ataques rusos. La traducción es su respuesta», apunta.

Y es que la de Torner es también un homenaje a la literatura. «En febrero, vino al CCCB de Barcelona el poeta ucraniano Yuri Andrujóvich, a quien invitamos al congreso de Lviv. Su obra se caracteriza por el sarcasmo y el retrato del mundo soviético con un particular sentido del humor. Durante la conferencia, una ucraniana que estaba entre el público le preguntó cómo deberían presentarse los ucranianos al mundo, ahora que están en el punto de mira y teniendo en cuenta que él era el escritor de allí más conocido. Andrujóvich respondió que tal vez la literatura de ahora debería hacer que lloráramos todos juntos. Que el máximo representante del sarcasmo diga algo así es revelador. Ese tipo de tensiones se dan en Ucraïna, mon amour. Rosalia llora mucho, se siente desamparada ante la agresión, pero a la vez es capaz de traducir y de conversar con sus amigos y con su padre, fallecido pocos meses atrás. Es así que consigue tirar hacia adelante, con una mirada lúcida y compasiva», concluye.