Joan Guiata, presidente de Amics del Patrimoni, junto a Antoni Miralda. | Jaume Morey

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La experiencia gastronómica puede tener una dimensión artística. No solo su elaboración, sino también el acto mismo del disfrute, pero es indudable su dimensión patrimonial tanto a nivel de tradición como de historiografía. Antoni Miralda, experto en el concepto de food cultura y que ha indagado largo y tendido sobre la unión entre comida y espacio público, departirá sobre ello en su conferencia de esta tarde en Can Balaguer (19.00 horas) a invitación de la Associació d’Amics del Patrimoni, presidida por Joan Guaita.

La charla, que lleva por título Cerimonials: menjar, colors i espais públics sirve como excusa a Miralda para exponer las diferencias entre uno y otro lado del Atlántico, teniendo como referencia «proyectos en los que he trabajado estos años» como un reciente realizado en Miami Beach, «que tiene conexiones con Mallorca a través del turismo y los cambios que borran la memoria», pero también diferencias como el hecho de que la cultura del food truck está plenamente arraigada allí, mientras que aquí no ocurre lo mismo.

Así pues, a través de sus conclusiones acerca de fenómenos como la relación entre la comida y el espacio público en lugares como Estados Unidos y América Latina, tan distinto con relación a Mallorca donde «la comida, por suerte, sigue arraigada en el hogar», tenderá puentes Miralda para poner de manifiesto otras realidades del día a día, como la paradoja circunstancia de que «se venden más libros de cocina que nunca y todos tenemos uno, pero nadie tiene tiempo de cocinar».

Por lo tanto, la comida es solo el medio para hablar de otras muchas cosas, como el hecho de que la gente está acostumbrada a unos colores y se nos haría a todos muy raro «comer una ensaimada lila», una experiencia que, por cierto, ya puso en práctica hace 50 años con comida teñida.