El autor Santiago Sequeiro protagoniza el espacio expositivo del entresuelo del Casal Solleric por el Còmic Nostrum. | Jaume Morey

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A Santiago Sequeiros le picó en su adolescencia un gusanillo que se infiltró en su mente. Se trataba de un gusanillo que peinaba enorme bigote y, además, llevaba muerto 70 años. Se llamaba Nietzsche. Desde entonces, Sequeiros (Buenos Aires, 1971) ha constituido su identidad, o algo parecido, pivotando sobre algunas de las ideas que el filósofo alemán clavó a martillazos en su cabeza y que atraviesan no solo su obra, sino también su vida, o lo que es lo mismo: La Mala Pena, esa ciudad crepuscular en la que habitan todos sus personajes, alter egos de sus filias y fobias. Allí muere en vida el protagonista de Romeo muerto (Reservoir Books), cómic maldito como su autor que vio la luz tras más de 20 años y que centra la exposición, comisariada por Ata Lassalle, que el Casal Solleric alberga hasta el 7 de enero, Exvotos de Romeo muerto, enmarcado dentro del Còmic Nostrum 2023.

La Mala Pena es, como dice el propio Sequeiros, «un constructo de mi identidad con una lógica interna que solo yo comprendía». Allí habitan sus polionomasias, la pluralidad de nombres y unmismo ser que son sus personajes, desde Romeo Resuello a Ambigú Rebis o Nostromo Quebranto. «Reflejos distorsionados de mi personalidad».

Adicción

En el caso de Romeo, el conserje alcohólico de un hotel vacío que habita, en realidad, su propio cadáver, el paralelismo salta a la vista rápido por la adicción común a su creador, ya que Sequeiros ha vivido por y para el alcohol durante años. Ahora ya está rehabilitado, y en ese proceso de limpieza que le llevó años tras aceptar su enfermedad, situación que le hizo bordear el suicidio, Sequeiros trabajó mucho «el autoengaño» porque «un alcohólico es 50% de justificación hacia los demás y 50% engañarse a uno con el fin de beber».

Se podría decir que durante años venció lo dionisíaco frente al apolineo, conceptos de Nietzsche para confrontar lo caótico y lo ebrio, al orden, la lógica pulcra y lo sensato. Sequeiros, además, es consciente de ello: «Lo dionisíaco siempre me atrajo más y me tiré a ello de cabeza». En parte fue la inhibición que el alcohol proporciona, no solo externa, sino interna, lo que le sedujo, pero halló «algo más, no sé el qué, que me encantó. Mis amigos lo buscaban los fines de semana, yo todo el rato».

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Por ello, indica: «Mis tebeos no se pueden explicar sin el alcohol, ni mi personalidad», aunque matiza: «La bebida no me ha dado mis capacidades, de hecho me las ha quitado». Eso lo ve solo ahora y, en parte, gracias a sus obras, como Nostromo Quebranto, en la que «pensaba que hablaba de un hombre que busca la verdad, pero después me di cuenta de que solo hablé de mi alcoholismo».

Esta indagación que lleva años haciendo sobre sus obsesiones, miedos y filias, tendrá, al menos en su mente, tres partes más que completarán Romeo muerto, teniendo en esta primera una consigna muy nietzscheana: ‘Nein Sagen’ (decir no), como reza la portada. No obstante, será algo que lleve a su ritmo: «Tengo la obligación de darle todo al lector, pero no la de tener un plazo». Perdonable al ser una obra maldita.

Es también un combate entre lo inconsciente y lo consciente y la vida. «Es imposible huir de la realidad, aunque todo lo que hago es un intento de ello porque desde niño le tengo mucho miedo y a las personas reales y a confrontar mis emociones con las de otra gente». Por todo ello, por esa huida que fue el alcohol y fueron y siguen siendo los cómics, Sequeiros teme vivir una vida no auténtica porque «lo más importante que hago con mi vida es no vivirla, pero lo que hago en mis tebeos es más importante para mí que lo puedo hacer en la vida real porque esta no te deja hacer demasiado, y en los cómics hago lo que quiera».

Romeo muerto, como en el resto de sus obras, son piedras contra la «ficción que es la personalidad, un autoengaño que se construye en la adolescencia», una forma no de autocomprenderse, que también, sino de autodesenmascararse. Según Sequeiros, de aquella construcción embarrada, estos lodos psicológicos porque «todo lo construido es falso y la crisis llega cuando te das cuenta y vuelves al niño para ver qué cojones ha pasado». El riesgo es descubrir que puede ser solo el principio «de una nueva falsedad». Ante ello, solo queda seguir huyendo de la realidad hasta que vuelva a darse de bruces contra uno. Para Sequeiros, eso se hacía navegando ríos de alcohol y tinta, ahora, solo lo segundo para inundar La Mala Vida con un Romeo enamorado, sangrante y muerto.