Una de las presentaciones en el festival asturiano. | Redacción Digital

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Los escritores que se dan cita esta semana en Festival de Literatura de Fantasía, Terror y Ciencia Ficción Celsius 232 de Avilés (Asturias) han admitido que afrontan la irrupción de la inteligencia artificial con una mezcla de temor y respeto, aunque alguno de ellos ha confiado en que esta nueva tecnología sirva para mejorar la capacidad intelectual de las aspiradoras, pero no para escribir.

A lo largo de los siglos, las sucesivas generaciones se han tenido que enfrentar a los grandes cambios introducidos por la imprenta, la revolución industrial o, más recientemente, internet y, ahora, sobre todo para el mundo creativo, la Inteligencia Artificial (IA), que ya tiene firma y mercado.

Los luditas del siglo XXI ya no destrozan aquellas máquinas que les arrebataban el empleo, pero sí utilizan el sarcasmo, como el estadounidense Chuck Wendig, autor de la trilogía «Star Wars Consecuencias», al que le gustaría que las inteligencias artificiales sirvieran «para mejorar la capacidad intelectual de nuestras aspiradoras y no para escribir».

A preguntas de EFE, algunos los escritores que se dan cita en Festival de Literatura de Fantasía, Terror y Ciencia Ficción Celsius 232 de Avilés se han pronunciado sobre la revolución que puede suponer la llegada de esta nueva tecnología. Wendig, que trabaja en su próximo libro, «Manzanas diabólicas», considera que, a día de hoy, la narrativa de la IA es bastante pobre: «De hecho, no existe todavía ninguna inteligencia artificial que no deba ser supervisada después por un escritor».

Otro escritor, el británico David Mitchell, autor de «Relojes de hueso», se toma su tiempo para responder a la cuestión, dentro de ese habitual juego suyo, casi de muñecas rusas, que utiliza algunas veces en su narrativa. «Cuando veo las películas de Wes Anderson, que me fascinan, lo que quiero es sentir la conexión con él, con lo que él piensa; si sospechase que una IA ha creado una película basándose en su estilo ¿por qué iba a verla?», se cuestiona de forma reflexiva. En el debate sobre la obsolescencia de algunas profesiones, Mitchell, que prepara su próximo libro inspirándose en «Los cuentos de Canterbury», se pregunta también a quién va a vender la IA las cosas que produce «si no habrá una clase media que las consuma».

El autor estadounidense Joe Haldeman, un maestro de la ciencia ficción de ochenta años que todavía escribe a mano, defiende que los autores usan su capacidad intelectual para escribir y, de momento, «la mayoría está ignorando las inteligencias artificiales». «No van a poder robarnos la creatividad, creo que tenemos que aprovecharnos de los nuevos avances, pero sin perder el cuidado de lo que pueda pasar con la IA, porque si le damos suficiente poder, sí que podrá quitarnos el trabajo con publicaciones, igual no tan creativas, pero sí más académicas», responde el autor de «La guerra interminable».

La escritora estadounidense Charlaine Harris, conocida sobre todo por la serie «Los misterios de los vampiros del sur», confiesa que muchos autores, entre los que se encuentra, están asustados ante lo que pueda suceder con la IA. «Tenemos miedo a que, de alguna forma, se nos quite el poder de creadores, o que perdamos nuestra habilidad para crear, aunque también estoy convencida de que el público siempre va a saber distinguir qué obras están hechas por quién».

Por su parte, la británica Tasha Suri, autora de la exitosa trilogía inacabada «Reinos en llamas», sostiene que la tecnología, por sí misma, no es un problema, «aunque es cierto que el uso que se está haciendo de ella no parece el más moral o el más adecuado». En su opinión, es cierto que las inteligencias artificiales son capaces de escribir un libro, porque ya lo han hecho, pero cree que igual no es necesario que lo hagan: a lo mejor no tienen que venir a usurpar la libertad intelectual de las personas.