Albert Herranz, posando para este entrevista. | Teresa Ayuga

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La igualdad de género, uno de los temas más polémico en la actualidad, ya se reflejaba en novelas de 1888, como es el caso de Els companys, una controvertida obra de August Strindberg (Estocolmo, 1849-1912). Ahora, Albert Herranz, nacido en esta misma ciudad pero mallorquín de adopción, lo traduce por primera vez al catalán. Esta obra de teatro cuenta la historia de una pareja de artistas modernos que viven en igualdad, cuestionando la sociedad en la que viven. Todo cambia cuando la joven es admitida para participar en una prestigiosa exposición y él no, transformando una lucha contra la sociedad en una lucha entre ellos.

El autor escribió el texto dos veces debido a las críticas que recibió. La primera publicación fue tachada de misógina, por lo que Strindberg la reescribió y, cuando acabó la segunda versión, esta se estrenó en Alemania con reseñas igualmente negativas. «Diez o quince años después, al presentarse en Suecia, el público la veía como una comedia», declara Herranz, colaborador de este periódico. «Es un autor muy contradictorio a la vez que potente. Por un lado, es muy misógino, pero, por otra parte, puede defender los derechos de las mujeres», señala sobre Strindberg, quien también fue un artista conocido.

«No se entiende la literatura sueca ni escandinava sin él, no se puede coger una obra literaria de esos países sin que haya, para bien o para mal, alguna cosa de él», asegura. Strindberg escribió la obra justo después de sufrir una gran crisis, originada a raíz de la publicación de su recopilación de relatos cortos titulada Casarse. «A la editorial y a mí nos pareció que esta pieza es muy interesante, ya que se encontraba en un período de transición».

En cuanto al proceso de traducción, Herranz, quien ya había publicado al catalán La senyoreta Júlia, detalla que trabajó los diálogos para que fueran fáciles de llevar a escena, así como investigar el ambiente de la época y profundizar más en la biografía. «Hay un momento muy gracioso, en una parte de la obra, en la que Strindberg se ríe de las mujeres que usan pseudónimos masculinos para escribir sus obras. No sé qué pensaría en los tiempos actuales que sucede al revés, como por ejemplo Carmen Mola», sentencia.