El historiador Tomeu Canyelles publica 'Tacats de desig', un ensyao sobre el ocio y el erotismo en Balears. | Pere Bota

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En su prólogo a El erotismo, Georges Bataille advierte que el ser humano ‘se da miedo a sí mismo’ y, concretamente, le atemorizan sus ‘movimientos eróticos’. Una simple constatación de algo que la historia se ha encargado de demostrar: todo lo que se sale de una moral específica se reprime y oculta. Esta circunstancia no es ajena a las Islas y de ahí el interés del historiador Tomeu Canyelles en rastrearlo en Tacats de desig. Oci i erotismo a les Illes Balears (1940-1980), publicado en Lleonard Muntaner. Canyelles presenta el libro hoy, a las 19.00 horas, en la librería Rata Corner junto a la periodista Laura Jurado y el investigador Eduard Moyà.

El propio autor explica que le «interesan temas que han quedado en los márgenes de la historiografía, otra forma de explicar nuestra historia desde nuestro óptica». De ahí la aproximación que el de Pòrtol hace a diferentes e innovadoras muestras que poblaron el ocio en clave erótica durante los oscuros años del franquismo, la apertura turística y el corto, pero intenso lustro que siguió a la muerte del dictador.

El destape, las strippers, los transformistas, la misma literatura de los años 60 en adelante, todo ello se da cita en esta investigación sobre una «temática pantanosa y dificultosa, pero muy poco explorada». Además, en las Islas «no había referencias que hablaran del erotismo o de su concepción como material de ocio», por lo que «saber que no hay nada sobre un tema, además uno con historias humanas que si no se cuentan ahora a saber cuándo se hará, es parte de la motivación».

Escena de ‘L’orgia’, de 1978 y del cineasta Francesc Bellmunt, con la mallorquina Eulàlia Sogorb.

Así pues, a través de cambios sociales, históricos y políticos, Canyelles bucea en las tendencias y las formas de recepción/disfrute/represión de las mismas, desde un primer franquismo «donde todo lo que se sale de la norma es castrado» hasta «la llegada del turismo acompañada de nuevos lenguajes, estéticas y convenciones que cambian la percepción del sexo y se normalizan por conveniencia económica». Aunque la sensación de «libertad» también tiene un peso importante, ya que «eran cosas que ocurrían en otros países y se buscaba que los cambios llegaran no solo con la democracia, sino con lo que se podía consumir» más allá de España.

Todas estas novedades no solo se plasmaban en los locales de ocio, la noche o las películas que se rodaban con cada vez más frecuencia –la práctica totalidad de estas prácticas, por cierto, disputaba una competición por mercantilizar el cuerpo femenino de manera despiadada–, sino que la «la narrativa de los 60 y 70 en su conjunto aportó una óptica renovadora sobre la corporalidad» y le ha servido como «recurso alternativo para ejemplificar cambios sociales respecto la sexualidad», por lo que es habitual ver nombres como Carme Riera, Antònia Vicens o Guillem Frontera, quien por cierto firma el prólogo del libro, en la bibliografía.

Cartel erótico
Ejemplo de cosificación de la mujer como reclamo y con Es Vedrà en el fondo.

Finalmente, para Canyelles tiene mucho mérito también el haber podido hallar algunos testimonios de primera mano, como el de la mallorquina Eulàlia Sogorb, que participó en la cinta L’orgia, de 1978, y para quien desnudarse era «un acto de rebeldía», o de Jimmy, alter ego de Jaume Horrach, uno de los pioneros del transformismo en Balears.