Un experimento raro, extraño, como lo están siendo nuestras vidas desde que un virus invisible las cambiará para siempre un año atrás. Fue la gran fiesta del cine español, una en la que la Academia puso todo su esfuerzo y, sobre todo, valentía. No era una tarea fácil y el resultado fue más que satisfactorio. La 35 edición de los premios más importantes del cine patrio, insisto, fue un experimento, un híbrido entre la presencialidad y lo telemático, con invitados en el Teatro Soho de Málaga y otros desde el salón de sus casas. Un formato que ya vimos en los Globo de Oro con un resultado irregular en cuanto a cuestiones técnicas, un aspecto que, para sorpresa de todos, La 1 y la Academia saldaron con total solvencia.
Glamour de andar por casa
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