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Dos horas antes del inicio de cada función, el equipo de sastrería de Los Miserables , comandado por Gurutze Esteban, lava la ropa, arregla prendas que hayan sufrido desperfectos durante la representación anterior y reparte el ropaje pertinente del reparto.

Un trabajo a contrarreloj que apenas da margen de error. «Lo importante es que la presión de la rapidez y el gran volumen de trajes no te llegue a agobiar», sostiene la jefa de sastrería del musical de la productora Stage Entertainment que se representa del 7 al 16 de marzo, en el Auditòrium de Palma. El vestuario, «fiel al original» de 1985, proviene de Londres.

Idéntico

Una supervisora certifica que sea idéntico. «Siempre que tengamos que modificar algo consultamos con ellos, hasta una simple camisa, te ajustas mucho al diseño. Quieren tejidos muy nobles, sedas, lanas, algodones...», relata Esteban.

En gira viajan cinco personas en sastrería y en cada ciudad en la que recalan escogen a otras seis modistas locales para servir función. Manejan entre «1.500 y 2.000 prendas» y cada intérprete tiene «cerca de 14 cambios de vestuario». Los vestidos del matrimonio Thénardier, según Esteban, son «más grandilocuentes, sobre todo el de Armando Pita, pero también es cierto que disponen de más tiempo para cambiarse».

Basado en la novela homónima de Victor Hugo, Los Miserables «es como una franquicia», con exclusividad de Cameron Mackintosh, que controla al milímetro los musicales alrededor del mundo, anécdota que puede explicar que haya sido visto por más de 65 millones de espectadores.