TW
1

La pasión de Pau Cirer Ferrà por las máscaras de teatro le empujó a marcharse a estudiar a Italia junto a Donato Sartori, «maestro de las máscaras», explica el artista y actor, quien continúa la labor de carasser -término asignado al artesano que hace máscaras-, heredado de su padre. A lo largo de los quince años dedicado a esta técnica, Cirer Ferrà ha dado forma a más de 127 ejemplares. «Hay una máscara para cada estilo, desde lo más barroco a lo más simple», subraya.
Licenciado en Arte Dramático por la Escola d´Art Dramàtic de les Illes Balears (ESADIB), el intérprete confiesa: «Este trabajo me permite unir mis dos pasiones, el diseño y el teatro». Cirer Ferrà asegura que el trabajo del carasser es «saber cuál es la máscara idónea para cada trabajo», explica que sirven para «condicionar el movimiento del actor» y también permiten a los intérpretes «expresar emociones a través de la máscara, uniéndolas a cada punto de sus cuerpos, por lo que hay que tener conciencia y control sobre el mismo».
Para su elaboración -una tarea que conlleva entre 20 y 25 días de arduo trabajo-, se sirve de materiales como el papier maché o el cuero para dar forma a máscaras de varios estilos. «Unas son más grotescas, otras son de estilo naif (larvarias), y también de comedia», detalla. Todas ellas parten «de lo humano, lo animal y lo abstracto».
Cirer Ferrà también aclara que existen dos tipos claramente diferenciados. Por un lado, se encuentran aquellas que se utilizan en la ensañanza, «más pedagógicas, para fomentar habilidades y educar a los actores», y las elaboradas para trabajos profesionales.