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MARGALIDA AMENGUAL Este año, el II Festival de Música de Puigpunyent se dedica a Delfín Colomé Pujol, pianista, compositor y director, además de embajador de España en Corea. Aunque nació en Barcelona, desde el inicio de su carrera diplomática, en 1976, ha vivido largas temporadas en Asia del Este. Además, desde 1980 ha compuesto con cierta regularidad hasta completar un catálogo de más de 70 obras musicales.

"¿Cómo se siente uno cuando se le dedica un festival que, en la edición del año pasado, estuvo dedicado a W.A. Mozart?
"Me da un poco de vergüenza y todo... Tengo una amistad musical con David Gómez, director artístico del festival, desde hace años, y, como compositor, me alaga ver que un pianista joven de renombre consigue que otros jóvenes toquen mi música. Ver que la música que hago no se pasa con el tiempo es una especie de regeneración.

"Pero muchas veces se ha criticado la música contemporánea por ser poco comunicativa.
"Entre los años 60 y 70, partíamos mucho del dodecafonismo y hacíamos una música difícil. Parecía importante hacer avanzar éticamente la música y esperar que el músico se reenganchara a ella. Pero, a partir de los 80, el compositor dejó de tener la obligación de ser contemporáneo, en el sentido de que se permitió hacer una música que llegase a la gente.

"Usted es un compositor que, profesionalmente, se dedica a la diplomacia.
"Sí, y la diplomacia me ha dado, básicamente, dos cosas. Primero, la capacidad de administrar el tiempo, porque tener el jefe a miles de kilómetros te libera bastante. Y, luego, me ha permitido conocer culturas y civilizaciones extranjeras y esto, para un creador, es una ventaja. He recibido muchas influencias, que a veces se reflejan en mi música. Sobre todo me ha dado otra visión de la calidad del sonido, de la instrumentalización, de las texturas, de las sonoridades, de los volúmenes... Concibo la música muy arquitectónicamente.

"Más allá de la composición, también ha dirigido mucho.
"Y sigo dirigiendo a veces, porque me gusta. Pero la dirección de orquesta requiere tiempo, estabilidad y contactos profesionales, y yo, profesionalmente, no me dedico a ello. Soy un marginal de la dirección. Así, como casi todos los compositores nos dedicamos a otras cosas, los directores se dedican a la dirección. Igualmente me gusta mucho y, cuando puedo, con cualquier excusa, cojo una batuta.

"Y de su parte de pianista, ¿qué queda hoy en día?
"Poco, pero ahora con el piano tengo una intimidad cada vez mayor. Puede ser que cada día toque peor, pero a la vez me siento mejor tocando. Tengo cinco pianos repartidos por el mundo y toco cuando tengo ganas.

"Usted, como compositor, ¿escribe pensando en el oyente?
"No puedo pensar en un oyente concreto, porque mi música se oye en todo el mundo. Pero lo que sí procuro es que sea una música que diga cosas, que tenga una idea, porque así siempre hay alguien que la pueda asimilar.

"¿Con eso quiere decir que hace una música que pueda entender todo el mundo?
"No me lo he planteado nunca como una cosa de entendimiento, eso puede interesar desde un punto de vista académico, pero no artístico. Tiene que generar una emoción y, en eso, interviene el sentimiento del compositor, que, contrario a lo que se tiende a pensar, no tiene porque ser romántico. De hecho los críticos dicen que hay mucha ironía en mi música y yo siempre digo que como soy diplomático y tengo que mantener las formas la música es como un escape que me permite ser un poco irónico y decirlo todo.

"Ayer noche David Gómez interpretó su obra Three Trees, ¿de dónde surgió la pieza?
"Three Trees es la sensación de un día que paseaba por un jardín japonés lleno de árboles con formas. De repente esos volúmenes me sugirieron volúmenes musicales y, de ahí, nació los Three Trees. Uno de ellos lo sentí en aquel mismo momento, supongo que debió ser aquello que llaman inspiración.

"Con todo, le queda tiempo para escribir en la prensa.
"Me gusta explicar cosas de la música, del hecho que sea un arte social, cotidiano, no extraordinario. Hoy en día, estamos rodeados de música continuamente.