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RAPHEL PHERRER
La capilla y tres salas colindantes del Castell de Bellver albergan, hasta el próximo día 17 de diciembre, la exposición colectiva de los pintores Toni Jordi, Sasai, Jaume Espases, Carmen Batidor y Natxo Frisuelos, quien ha colaborado en la producción del evento junto a Teresa Martorell, Comisaria de la Asociación Nacional contra el Cáncer, la entidad promotora.

Natxo Frisuelos dirige una escuela de pintura en Calvià, donde la principal asignatura que imparte es el retrato. Su andadura artística comenzó cuando era niño, de la mano de su propio padre, que había sido estudiante de Bellas Artes. Frisuelos-hijo tomó en su día el relevo, convencido de que su futuro profesional sólo podría realizarse a través del arte, mientras que para su progenitor la pintura nunca pasó de ser una gratificante afición.

A los cinco años, Frisuelos mostró por primera vez ante el mundo, "entonces, su familia", un primer cuadro, «un pequeño bodegón al óleo que dejó a todos alucinados. Al principio creyeron que se trataba del entretenimiento de un niño precoz, pero al ver cómo evolucionaba, admitieron, sin la menor duda, que la pintura era mi verdadero camino profesional». Al principio sus padres pensaron matricularle en Bellas Artes, pero descubrieron la academia de Torrens Lladó, donde él fue ahondando en los secretos anímicos de la figura humana.

A partir de ahí, su universo se centró en el retrato y el desnudo. Para ello tuvo que afilar con sutileza su capacidad de observación, atento a que al trabajar la expresión de un rostro hay que saber diseccionar el alma, cuyos secretos se abren al exterior de la mirada. «El academicismo fue un trámite cortísimo que contribuyó con efectividad a que encontrara más pronto mi propio camino».