Dos adolescentes observan sus teléfonos móviles. | Teresa Ayuga

Las redes sociales, las aplicaciones, los videojuegos… Las empresas responsables llevan años perfeccionando todo aquello que nos mantiene horas enganchados a las pantallas. Mejoran la estrategia e incluso la luz o el sonido para captar todavía más la atención del usuario. El resultado ya arroja cifras alarmantes entre la población más expuesta: un tercio de los adolescentes de Balears se pasa cinco o más horas al día (entre semana) ante un móvil, según un estudio de Unicef, y eso sin tener en cuenta que podrían estar usando otro tipo de dispositivos adicionales.

«Se ha avanzado mucho en las Tecnologías que permiten escanear el cerebro (TAC), y ahora, en una evolución de las máquinas tragaperras, se saben qué tipo de tono de luz, sonido, alerta de mensaje en el smartphone te captura la atención, como el ejemplo de activar una respuesta emocional al presentir comida con el tradicional experimento de Pavlov», advierte Juanjo Martí, doctor en Psicología y coordinador del Grupo de Trabajo de Psicología en línea y Sociedad Digital del colegio profesional, COPIB. Sin embargo, pese a que los adolescentes son más vulnerables, «nosotros mismos también estamos enganchados». Martí lamenta que no hay ningún interés en regularlo, pues «no está ni tipificado en los manuales de referencia» aunque «es totalmente adictivo como reconocen personas que trabajan diseñando redes sociales».

Los datos

En Balears se accede al teléfono móvil con 11,06 años de media y entre 1º y 2º de ESO, nueve de cada diez estudiantes ya tienen su propio smartphone. Además, si el 34,4 % de los adolescentes se pasa más de cinco horas al día conectado a internet, en fin de semana esta cifra se incrementa a prácticamente la mitad (47,7 %), con las consecuencias que puede conllevar.

Explica el experto consultado que ya hay estudios médicos que observan la repercusión de esta sobreexposición tiene en el cerebro, «hay áreas más afectadas, igual que pasa con el Alzheimer o la demencia». Y es que, explica el doctor Martí, el cerebro como organismo biológico, «quiere ahorrar energía», por lo que, si no se le obliga a esforzarse a pensar y a entrenar las conexiones neuronales puede llegar a desarrollar diferentes problemas de memorizar, o mantener la atención, por ejemplo.

Ésta es la explicación en la que escuda el psicólogo para defender, por ejemplo, que los dispositivos electrónicos deben salir de las aulas. «Si las faltas las corrige el móvil, el cerebro deja de esforzarse», señala. A lo que añade que «cuando una persona escribe a mano también desarrolla otras áreas cerebrales». Hoy en día, «si lo delegamos al teléfono la orientación con maps, recordar números de teléfono importantes, cuando éste falla quedas desprotegido», añade. En este sentido, ya se ha visto que cuando caen aplicaciones como whatsapp «es el caos total».

Hay un aumento de noticias sobre la soledad, el impacto en nuestras vidas cuando no es buscada, «y en el mundo digital se tiene la sensación de que estar acompañados y bajo control. Vemos lo que nos interesa. En las relaciones humanas, tanto personales como en el trabajo o cualquier círculo que implique otra gente, nos esforzamos en modificar cosas para encajar. En la vida real te decepcionas, y es normal que pueda pasar, y continuar. Con el auge de contenidos digitales, por ejemplo, en Netflix si no te gusta lo que ves, cambias. Al final alimentas el cerebro de una sensación de control. En la vida real hay situaciones que debemos aprender, entre personas a gestionar y nos permitan evolucionar», argumenta el experto.

El gran fallo que detecta este especialista es el salto generacional que ha provocado la llegada de nuevas aplicaciones tecnológicas porque no tiene un referente adulto a quien consultar. «Hay que apoyar a los mayores, porque nadie los ha preparado ni para hacer uso del smartphone, ni para educar. No le puedes decir al menor no coja el móvil si el padre está consultando todo el tiempo», es una situación que puede provocar reacciones incómodas, señala el doctor Martí. Se da la circunstancia de que «si viéramos a niños de ocho años bebiendo alcohol, hay consecuencias sociales, se considera que no es apropiado. Con el uso de las pantallas ningún adulto sabe qué pasa ahí dentro. Devoran tuits o tiktok pensando que son inofensivos».

En positivo señala el experto, que ya hay programas que ayudan a familias y escuelas a manejar el posible riesgo, o la falta de control en su uso. Por ello, recomienda que, si percibe en menores bajo su cuidado algún tipo de riesgo en el uso de smartphones, no recurra a Google, busque consulta profesional y se dirija al Colegio oficial de psicología para recibir orientación.