Antonio Raíllo y Martin Valjent, defensas del Real Mallorca, celebran el triunfo contra el Celta del Vigo del pasado viernes en el estadio de Son Moix. | Miquel Àngel Borràs

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Bien pertrechado tras las paredes que envuelven al estadio de Son Moix, el Mallorca ha ganado varias tallas. Los de Javier Aguirre, que en la última semana habían sufrido los rigores de El Sadar y se apartaban de la subasta por la Copa, le dieron la vuelta al calcetín con otra exhibición de efectividad en el salón de su casa. Por tercera vez consecutiva, aprovechaban la visita de turno para golpear una vez y ponerle otro candado a la portería de Rajkovic. Después de tres victorias seguidas ante su gente, los de Javier Aguirre almacenan ya 25 puntos en el granero. Unas cifras, las más contundentes desde 2010 —aquel año sumaban 33 a falta de un partido para que acabara la primera vuelta—, que además de permitirles pasar buena parte del invierno abrigados le sitúan también a unos pasos de Europa.

El Mallorca de Aguirre se ha transformado en un anfitrión incómodo y malhumorado. A diferencia de lo que sucedía a principio de curso, cuando duplicaba como visitante la producción de puntos, el equipo balear ha decidido poner en su terreno los cimientos de una permanencia que empieza a divisar a lo lejos. Ha sumado como local diez de los doce últimos puntos en juego y ha grapado a su expediente tres triunfos seguidos. El primero, con un gol de Muriqi al Atlético de Madrid. El segundo, con aquel testarazo de Abdón que hundía al Valladolid en el tiempo añadido. Y el tercero, con el zarpazo de Dani Rodríguez al Celta.

Hacía más de diez años que el Mallorca no concatenaba tres victorias en Son Moix siendo equipo de Primera. El precedente más próximo estaba en septiembre de 2012, cuando la escuadra que dirigía Joaquín Caparrós destapaba la Liga sacando músculo y derrotando al Espanyol (2-1), a la Real Sociedad (1-0) y al Valencia (2-0). En cualquier caso, aquello fue solo un espejismo. Tras esa ristra de buenos resultados se pasó once jornadas sin ganar y su proceso de descomposición acabó meses después con el descenso.

Esta vez, además de amontonar a tres víctimas del tirón, el Mallorca lo ha hecho sin recibir ni un solo rasguño. El conjunto balear suma ya 290 minutos sin recibir ningún gol en contra en Son Moix y sigue siendo uno de los referentes defensivos de la categoría. El último en agujerear su portería en Palma fue el espanyolista José Carlos Lazo, el pasado 28 de octubre. Ni Atlético, ni Valladolid, ni Celta lograron penetrar en su muralla.

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Para encontrar una batería similar de triunfos por 1-0 hay que retroceder un poco más en el calendario. Exactamente, hasta la primavera de 2012, también con Caparrós sobre el puente de mando. La Liga acababa y el Mallorca se metía de lleno en la pelea por los puestos continentales ganándole en Son Moix al Zaragoza (gol de Víctor Casadesús), al Rayo Vallecano (gol de Gonzalo Castro) y al Levante (gol de Tomás Pina). Una goleada en contra en el Santiago Bernabéu durante la última jornada le impidió justo después renovar el pasaporte.

La armadura mallorquinista, hasta ahora el mejor argumento del proyecto, también resultó útil durante la recién terminada travesía por la Copa, una competición de la que el equipo se despidió con un único tanto en contra, el que endosó el martes pasado Robert Navarro, centrocampista de la Real Sociedad. En las tres rondas anteriores, en las que se cruzó con oponentes de menor entidad (Autol, Real Unión y Pontevedra) se volvió a casa sin ningún golpe encima.

Los datos:

16 goles en contra

El Mallorca encaja menos de un gol por partido. Su mejor registro en ese sentido es de la temporada 1998-99 (12).

1’66 puntos por gol

El equipo balear optimiza como nadie los tantos que anota. Con solo 15 ya suma 25 puntos.