Los jugadores del Real Mallorca celebran el tercer tanto conseguido por Take Kubo frente al Villarreal en Son Moix. | Miquel Àngel Borràs

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Ahora que el campeonato se ha congelado justo después de consumir su primer tercio, el Mallorca acredita unos números de salvación. Con 14 puntos recolectados en las primeras 13 jornadas, la escuadra que dirige Vicente Moreno parece circular por el carril adecuado. De mantener la progresión, llegaría al final del trayecto con casi 41 puntos en la maleta, una cifra aún por moldear que, en cualquier caso, le aseguraría prácticamente la salvación y su continuidad, otro año más, entre los grandes.

Con su producción actual, cocinada íntegramente sobre los fogones de Son Moix, el conjunto balear también mejora tres de las cinco últimas marcas que fijó antes del descenso en este mismo punto del calendario. La más amarga y, a su vez, la más reciente, es la de la campaña 2012-13, en la que todo empezó a precipitarse. En aquel ejercicio y con Joaquín Caparrós al volante, el equipo descorchó la Liga como un tiro.

Tres victorias sobre Espanyol, Real Sociedad y Valencia y dos empates en los campos de Málaga y Osasuna, situaron a los de rojo en la tercera plaza de la clasificación -tras Barcelona y Atlético- después de cinco jornadas de competición. Los problemas llegaron más tarde. Viajó a Getafe y además de padecer su primera caída (1-0), empezó a perder efectivos por el camino entre expulsiones y, sobre todo, lesiones. De hecho, ya no iba a recuperarse. Entre su victoria contra el Valencia y la siguiente, contra el Betis, pasaron exactamente tres meses. El mal ya estaba enquistado y hubo que esperar otros ocho partido para ver al Mallorca ganar, en este caso en el Nuevo Los Cármenes de Granada, con un gol de Hemed en el tiempo añadido que alargó suspense, aunque no mejoró en absoluto el panorama que tenía ante sí el equipo. Al final, mantuvo las constantes y solo ahorró 36 puntos. En la última jornada, en casa y con el Valladolid como testigo, perdió la categoría 16 temporadas después.

Un año antes (2012) había conseguido la permanencia de manera holgada y había alcanzado el último partido con la posibilidad incluso de pelear por Europa. El inicio de ejercicio lo redactó Michael Laudrup y cubrió el primer tercer anclado a la zona templada de la clasificación, rodeado por el Atlético de Madrid y el Villarreal. El conjunto castellonense fue precisamente uno de los que se precipitaron al vacío después. Le acompañaron el Racing y el Sporting, que ya estaban metidos en el barro por entonces.

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El Mallorca venía de dos temporadas en las que había despertado a lo grande. En la temporada 2010-11, la primera con Serra Ferrer al frente del accionariado del club, el equipo de Laudrup. Las trece primeras jornadas le metieron de lleno entre la aristocracia del torneo: sexto con 21 puntos, uno más que el Atlético y tres menos que el Valencia. Con una plantilla muy rejuvenecida y el técnico danés al frente, todo indicaba que sería una curso inolvidable. El problema es que todo se fue ensuciando y que el equipo, lastrado tras el mercado de invierno, se fue desintegrando en travesía hacia la meta.

Llegó a las jornadas finales prácticamente salvado, pero una combinación casi imposible de resultados le obligó a jugárselo todo, desde una posición muy favorable, en el último partido. Un hat-trick del Kun Agüero lo dejó inconsciente y solo un gol de Aduriz para el Valencia en Riazor mantuvo al Mallorca a flote. Nada que ver con el curso 2009-10, al que solo le faltó la guinda de la clasificación para la Liga de Campeones. Fue con Gregorio Manzano frente a la pizarra y una plantilla que en las trece primeras jornadas de la Liga sumó 24 puntos.

En principio, los casi 40 puntos que tendría el Mallorca al cuadrar sus cuentas en mayo deberían ser suficientes para mantener el rango actual. Sobre todo si se mantiene la tendencia a la baja de las campañas anteriores. La temporada pasada, sin ir más lejos, el Celta se salvó con 41 aunque le hubieran bastado con 38, ya que el Girona, el último de los descolgados, se quedó estacando en 37.

En 2018 el precio de la permanencia fue todavía más barato y ninguno de los descendidos (Deportivo, Las Palmas y Málaga) llegó ni siquiera a la treintena de puntos. Igual que en 2017, en el que el Leganés permaneció en Primera División con 35 pero podría haberlo hecho con 32, ya que el Sporting descendió con 31.