El ciclista del equipo Argos Shimano, John Degenkolb, celebra su victoria al término de la séptima etapa de la 67ª edición de la Vuelta a España de ciclismo.

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El alemán John Degenkolb (Argos Shimano) ha impuesto el monopolio del esprint en la Vuelta a España al adjudicarse en un escenario muy propio, el circuito de velocidad de Alcañiz la tercera etapa en la presente edición, en una jornada de calor extremo que terminó con «Purito» Rodríguez un día más con «la roja» de líder.

El velocista de la Vuelta es Degenkolb, sin duda. No perdona una el alemán de 23 años que hace una temporada resultaba casi anónimo en el HTC del campeón mundial Mark Cavendish. En su vuelo libre ya ha planeado esta temporada nueve veces en la cúspide del podio. En Alcañiz alcanzó el triplete en dura pugna con el italiano Elia Viviani (Liquigas) y el australiano Allan Davis (Orica).

Desenlace supersónico propiciado por el Sky, en busca de la etapa para su velocista Ben Swift. El pelotón quedó cortado en medio del frenesí, y también por una caída que se produjo a 10 de meta. Los favoritos entraron a 2 segundos del ganador, pero hubo una víctima, el colombiano Rigoberto Uran (Sky), que cruzó a 1.09, cayendo de la cuarta a la duodécima plaza de la general.

Otro final pintoresco en la Vuelta, que ofrece finales en plazas de toros, santuario, estaciones de esquí, fortalezas. Tocaba un circuito de velocidad, pero antes el recorrido se convirtió en un infierno por el calor. Los 164,2 kilómetros que separaban Huesca de Alcañiz resultaron una prueba de supervivencia para los corredores. Especialmente inolvidable el paso por Los Monegros, donde casi se derrite más de uno.

Casi se quema «Purito», como siempre muy gráfico. «Ha sido una jornada estresante. En los Monegros, te constipabas del aire acondicionado que salía de los coches», decía. Humor para olvidar el asunto que convulsionó la séptima etapa de la Vuelta. La renuncia de Lance Armstrong a defenderse ante la USADA en su lucha contra las acusaciones de dopaje y la pérdida de sus legendarios laureles en el Tour de Francia.

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Nadie quiso mojarse al respecto, «por la falta de información», pero lo mínimo que se comentó en el pelotón es la admiración generalizada por «un supercampeón» que solo participó una vez en la Vuelta, con un cuarto puesto en 1998. «Era impresionante», decía Valverde, «ha dado mucho al ciclismo», apuntaba «Purito».

Ajenos a todo se lanzaron a la carretera hirviendo Aramendia (Caja Rural), Lechuga (Andalucía), Rabon (Omega) y Lindeman (Vacansoleil), que se fugaron de salida sin opciones de nada, pues el control del pelotón fue total. A 10 de meta solo quedaban los dos ciclistas extranjeros, pero fueron arrasado por los equipos de los velocistas.

Salió a escena el Sky, a toda máquina, hasta el punto de romper el grupo en varios sectores. Uran ya se había descolgado, pero los candidatos al esprint se reunieron a la entrada del circuito. Una gozada, sin vallas, todo asfalto bien liso para ponerse a mil.

Viviani atacó de lejos para sorprender a Degenkolb, pero la fortaleza alemana no admite rival en esta Vuelta. Potente en la pedalada, fue remontando poco a poco, hasta el triplete, con un tiempo de 3h.48.30, a una media de 43,1 kms/hora. Algo meritorio para haber corrido bajo la parrilla del Bajo Aragón.

Los favoritos, también a su debate. Mañana cuarto final en alto de la carrera. Espera la octava etapa con el inédito Collada de la Gallina (Andorra), a un paso del domicilio de Purito, que también tiene marcada la etapa con una V de victoria. El catalán saldrá a defender el jersey rojo con 10 segundos sobre Froome y 36 respecto a Contador.

Contador termina la primera semana «con un bien de nota», pensando en ir a más y convencido de que cantará la gallina en el puerto andorrano. El madrileño vaticina ataques de los favoritos, incluso de él. La Vuelta te da sorpresas, sorpresas te da la Vuelta.