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En funciones como la de ayer, sumar un punto debería estar prohibido. A los problemas habituales del Mallorca para establecer diálogos con el balón, sobre todo si Ibagaza se toma el día libre, se sumó una desgana, una falta de actitud incomprensible en un grupo de profesionales. Este nuevo ejercicio de impotencia futbolística empujó al conjunto de Manzano a sellar un lánguido empate sin goles ante un Almería ordenado, simplemente ordenado, que disfrutó de las ocasiones más claras. La tarde, que había amanecido cargada de esperanza por la posibilidad de dar un salto de calidad en la clasificación, se fue torciendo hasta desembocar en la primera bronca de la temporada (0-0).

La cita fue un fraude al espectador: entregas al contrario, ni una triangulación, ni un brote de rabia. Ni una carrera para intentar recuperar la posición...Nada de nada. Una calamidad.

El mejor planteamiento del Almería descolocó a un Mallorca que simplemente se dejó llevar. El equipo de Emery mostró más hechuras como bloque, como colectivo, pero dejó entrever sus defectos individuales. Corona y Negredo arrojaron a la basura del encuentro las dos ocasiones más claras.

Al contrario del epílogo, el arranque resultó eléctrico con un primer cuarto de hora regado de ocasiones. Sobre todo del bando visitante. Y es que el Almería invirtió apenas un minuto y medio en desnudar las carencias de la zaga indígena. Corona botó una falta con los rojillos mirando al tendido y Negredo asustó con un chut que rechazó Nunes. La respuesta fue inmediata. Ibagaza sacó desde la esquina y Ramis, de lo mejor del equipo, se impulsó entre la retaguardia andaluza. Su cabezazo fue despejado por Bruno bajo palos.

Pero el Almería no agachó la cabeza y Corona disfrutó de una ocasión de oro. Todo arrancó en una internada de Ortiz por la diestra y una continuación de Felipe Melo que dejó al mediapunta visitante delante de Moyà. Quizás vio el gol tan cerca que se confió y disparó a las nubes.

La tercera llegada con peligro creció en Crusat, un tipo con una zurda prodigiosa que hizo sudar a Scaloni, y murió en un córner. Apenas había transcurrido diez minutos y los murmullos comenzaban a tomar asiento en la grada.

Del Mallorca nadie daba señales de vida. Basinas se enredaba con su sombra, Ibagaza no estaba fino y arriba la pareja Güiza-Trejo ni la olían ni la buscaban. El jerezano tiene el depósito goleador seco y el argentino, tras dos regates esperanzadores, se fue del partido. Ambos acabaron en la ducha antes de tiempo.

Ante este panorama, el Mallorca optó por iniciar las jugadas en los saques largos de Moyà y en alguna cabalgada de Jonás, que tampoco firmó su mejor tarde. El argentino asustó a Diego Alves con un par de acciones, que ni eran centros ni eran disparos. Dos ocasiones consecutivas del Almería, una provocada por un pase atrás de Basinas, encendieron a la grada, que llegó al descanso cargada de ira.

Manzano movió sus piezas pero no alteró nada. Retiró a Trejo para arrinconar a Ibagaza y adelantar a Arango; después rectificó con la entrada de Varela, que devolvió al Caño al centro, y como último recurso metió en la arena a Nsue. Todo igual. El Almería rozó el gol con un disparo de Negredo al lateral de la red y una internada de Crusat que cortó bruscamente Scaloni.

Del Mallorca, apenas una triangulación entre Ibagaza y Güiza que remató Arango. La jugada postrera de Scaloni finiquitó una tarde que acabó en bronca y que deja todo como estaba.