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Han pasado casi once años, pero buena parte del espíritu que reinaba en las pistas del Pla de Na Tesa entre los días 26 y 27 de junio de 1.993 sigue presente. Tanto que muchos de aquellos valientes que entraron en el Ligro Guinness de los récords se han propuesto hacer más grande su hazaña. Entonces fueron 26 horas, 12 minutos y 41 segundos de juego. El desafío es sobrepasar las treinta horas y dejar el listón por las nubes. Coincidiendo con las bodas de plata del Pla, la entidad presidida por Tomeu Munar ha echado el resto y pondrá en marcha el crono a cero a las seis de la tarde del viernes. Desde ese momento, cada hora, cada minuto y cada segundo servirán para entrar en los anales del deporte de la canasta. El tanteo es lo de menos, es el reloj el que manfa y el físico de los jugadores el que debe soportar una maratón de baloncesto.

Entre la tarde del día 18, ma madrugada y la jornada del 19 completa, y quién sabe si parte de la noche del 20 de junio, veinticuatro jugadores intentarán redactar una de las páginas más curiosas y labradas del deporte balear. En total, se ha fijado que sean dos equipos de doce efectivos cada uno. Además, seis entrenadores apoyarán a los grandes protagonistas y darán unas órdenes que con el paso de las horas perderán consistencia dado que el cansancio hace mella, y más cuando el calor y la humedad se convierten en grandes enemigos. Los árbitros también serán parte activa. De hecho, la Federació de Bàsquet de les Illes Balears apoya esta iniciativa tan singular y desde su Comité de Àrbitros pondrá a disposición a cuatro colegiados que impartirán justicia en el que será, sin ningún género de dudas, el partido más especial de su vida.

Las atenciones médicas también son un punto muy a tener en cuenta, pues el esfuerzo físico serán notable. Dos masajistas, un dietista y un médico especialista en medicina deportiva, junto a una ambulancia permanente, velarán por la integridad de los protagonistas. La homologación de este posible récord lleva consigo la fijación de una serie de normas establecidas. Éstas han de ser descritas y supervisadas por un notario, que puede delegar las funciones de supervisión a un equipo de personas de diferentes entidades públicas, y así dar fe de manera legal de que lo que se ha celebrado está dentro de los márgenes estipulados.

En la trastienda del Récord Guinness de 1.993 hay una serie de números de dejan claro el alcance de este reto. En total se consumieron 1.300 litros de agua y bebidas isotónicas. Además, se contó con una notaria y una delegación de catorce personas pertenecientes en instituciones públicas, que ayudaron a supervisar los márgenes permitidos por el récord. Un equipo de 22 personas formado por masajistas, ATS y fisioterapeutas estuvieron presentes, además de las figuras.