Compararse con los demás puede ser muy perjudicial. | Darko

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Cenas con amigos y familiares, viajes, regalos, etc. Estas son sólo algunas de las imágenes que inundan estos días las redes sociales y que llevan a muchas personas a plantearse que la vida que llevan no es la que desean. La coach personal y de salud, Marga Almarcha, asegura que «las comparaciones son odiosas» y añade que pueden serlo aún más en Navidad.

«Desde que somos niños vivimos bajo la atenta mirada de la comparación. Desde una edad bien temprana nuestros padres nos hacen saber que nuestro hermano, amigo, primo o el vecino del quinto van a ser una forma de medir y comparar nuestros progresos a lo largo de nuestra vida. Si ya la comparación no es positiva en ninguna etapa de la vida, cuando somos pequeños y vivimos bajo ese listón imaginario constantemente, es aún peor ya que iremos creciendo con la eterna sensación de que no somos lo suficiente válidos a ojos de nuestros padres. Esto a la larga puede ser devastador para la autoestima», expone Almarcha.

A su modo de ver, «las comparaciones son odiosas y a lo largo de nuestra vida siguen ejerciendo un poder sobre nosotros. En este sentido, las redes sociales no ayudan a disminuir esa sensación continua de 'no estar a la altura'; muy al contrario, la amplifican porque delante de nuestros ojos van desfilando un gran número de personas que tienen, a nuestro modo de ver y de entender las cosas, mejor cuerpo, mejor pelo, mejor ropa, más posibilidad de viajar, una familia con la que hacen multitud de planes chulos, un montón de amigos… En estos casos, el mundo virtual pasa de ser una fuente de inspiración y automejora a convertirse en nuestros propios jueces, generando demasiadas críticas hacia nuestras propias vidas, restándolas de sentido en muchas ocasiones».

La coach advierte que «si vivimos comparándonos continuamente es importante saber que corremos el riesgo de sufrir ciertas consecuencias a largo plazo, sobre todo en lo que se refiere a nuestra autoestima y a nuestro autoconcepto». Esto último se trata de «la imagen que hemos creado de nosotros mismo y que va asociada a lo que pensamos sobre nosotros; en este caso, la hemos formado a partir de estereotipos poco realistas, que solo nos lleva a elevar nuestros estados de ansiedad y frustración».

Aunque reconoce que «la comparación en muchas ocasiones nos resta en cómputo global, podemos revertir esta circunstancia y hacer que bajemos el peso que nos generan. Para ello, podemos empezar a vivirlas como una fuente de inspiración y como un modelo a seguir basado en más hechos objetivos y que podamos contrastar. Esta nueva mirada nos puede empoderar y llevar a motivarnos para conseguir aquello que queremos de una forma más realista». «También nos aligerará mucho el peso el hecho de ser consciente de las comparaciones que hacemos, ya que es algo automático y en muchas ocasiones habremos podido normalizar». En este punto, anima «parar en cuento te des cuenta de que te estás comparando».

Almarcha insta a «preguntarte si realmente estás comparándote con una persona en igualdad de condiciones, porque en muchas ocasiones podemos estar comparando 'churros con meninas'. Y siendo honestos, con la única persona con la que nos podríamos comparar sería con nosotros mismos. Enfócate en lo que sí tienes, sí haces, sí has conseguido, tus posibilidades, tus cualidades siendo realista con tu historia personal… y no en lo que no haces o te falta porque esto solo será fuente de insatisfacción».

Para finalizar, aconseja «abrazar tus imperfecciones y tus errores con cariño, entendiendo que todos somos humanos y que todos cometemos errores y pasamos por dificultades. No existe la perfección, aunque las redes sociales y la sociedad nos quieran vender ese mensaje en un mundo cada vez más imperfecto». La coach concluye con una frase de Óscar Wilde: «Sé tú mismo, todos los demás ya están ocupados».