Bernat de Riudemeia al Puig de na Morisca, según el relieve de la Cruz de Santa Ponça . | Gaspar Valero

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-Interesante y oportuno, Viejo Profesor, estar aquí, en la Cruz del Desembarco, en Santa Ponça, hoy día 10 de septiembre de 2023, 794 años después de la invasión que cambió completamente la historia de Mallorca.

-Así es, la cruz conmemora el lugar donde el 10 de septiembre de 1229 Jaime I atracó con el grueso de su armada y sus tropas iniciaron el ataque a la Mayurqa musulmana. Fue inaugurada con motivo de la celebración del séptimo centenario de la Conquista, en 1929. Es obra del escultor Tomàs Vila. Si la miráis de cerca, descubriréis muchos detalles.

-¡Cierto, profesor, mire qué relieves hay aquí; muy deteriorados, por cierto!

-Sí, sí, la parte inferior de la cruz presenta interesantes relieves escultóricos historicistas, que reproducen escenas de esos primeros días de la expedición de la conquista de Mallorca.

-Los podemos interpretar bien, gracias a nuestros conocimientos de historia de Mallorca. Mirad, mirad, en el primer relieve aparece el rey Jaime I a bordo de su galera, rezando en medio de la tormenta. La segunda escena rememora los primeros desembarcados cuando alcanzan la cima del monte de na Morisca. El tercer relieve cuenta el desembarco general de las tropas. En la cuarta escena podemos contemplar a los caballeros del rey que han desembarcado. ¿Y la quinta?... ¿no será la batalla de Portopí?

-Oh, hasta ahora lo habías adivinado todo. Pero el quinto relieve no representa la batalla de Portopí, sino la que podemos denominar batalla de Santa Ponça, acaecida el mismo día del desembarco, con la vanguardia cristiana dirigida por Ramon de Moncada; el rey Jaume intervino al final y Guillermo de Montcada le riñó por exponer su vida de esa manera.

-Vale, de acuerdo, profesor... se nos había escapado ese detalle. ¡Esperamos que no nos baje la nota! Continuamos, que sólo quedan dos escenas. La sexta representa al rey oyendo la primera misa en Mallorca, oficiada por el obispo de Barcelona, Berenguer de Palou. Y, ahora sí, el último relieve es el que representa la batalla de Portopí.

-Muy bien, alumnos. ¡Un sobresaliente para todos! Pero ahora quiero centrarme en un personaje desconocido por la mayoría, un héroe del desembarco, que aparece en el segundo relieve de la cruz, con una bandera. Se trata de Bernat de Riudemeia. Escuchad su historia:

La Crónica de Bernat Desclot, escrita sobre el año 1285, rememora el momento del desembarco: «Vieron ante ellos un bello puerto, llamado Sancta Ponça, en el que podían muy bien desembarcar y donde no había ningún sarraceno. Y aquí ellos tomaron tierra lo más rápido que pudieron, caballeros y soldados». El primero en desembarcar, el héroe de ese momento esencial, fue el soldado Bernat de Riudemeia, originario de Argentona (Maresme, Barcelona, muy cerca de Mataró) y, por eso, conocido también como Bernat de Argentona. Bernat Desclot cuenta la ascensión de Riudemeia al monte o ‘puig’ llamado de na Morisca, gesta de estrategia militar que aseguró un punto fuerte, importante para consolidar la cabeza de puente de la operación militar: «Y aquí vieron un hermoso monte, alto y abrupto; y un soldado en camisa, con abarcas en los pies, con un pendón ‘bausà’, partió del ejército y subió al monte, señalando luego con el pendón que pensaran subir al monte antes de que los sarracenos estuvieran allí. Cuando los del ejército lo vieron, se pusieron muy contentos, bajando a tierra con sus armas; escalaron el monte, que en ese momento nadie esperaba al otro. Cuando Ramon de Montcada estuvo preparado, subió al monte con muchos efectivos; vieron llegar a los sarracenos que estaban en la Palomera (Sant Elm), unos diez mil, que les iban siguiendo».

Abu Yahia observa la llegada de la armada de Jaume I a Santa Ponça (pintura de Antoni Ribas Oliver. Colección del Hotel Son Vida)
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La Crónica o «Llibre dels Fets» de Jaime I menciona también el episodio, brevemente, y sin entrar en detalles. Afirma que «encontraron un lugar que se llamaba Sancta Ponsa, y estimaron que era un buen lugar para atracar. Además,había un monte cerca del mar, y con quinientos hombres que pudieran subir no deberían tener miedo de perderlo antes de que llegara toda la hueste». A continuación, narra los primeros momentos del desembarco, sin nombrar a Bernat de Riudemeia, ya que sólo menciona a los grandes caballeros: «Y esos fueron los que saltaron a tierra: don Nuno y don Ramon de Moncada, y el maestro del Temple, y Bernardo de Sancta Eugènia, y Gilabert de Cruïlles. Y antes de que ellos hubieran subido, había holgadamente setecientos peones de cristianos en aquel Puig que estaba cerca del mar».

El historiador Joan B. Binimelis, en 1595, también cuenta el episodio: «Saltó a tierra Bernardo de Ruidemaya, con una bandera en la mano, haciendo seña a los de la armada que le siguiessen. Este soldado se llamó después Bernardo de Argentona, y el rey lo hizo capitán, por ser soldado de mucho valor ... le hizo merced del termino de Santa Ponça, para él y los suyos. A este Bernardo de Argentona siguieron entonces 700 soldados, y ganaron por la mano aquel montecico (que hoy se llama la Torre Morisca) y allí se hicieron fuertes, y entretanto la gente del ejército se apresuraba en desembarcar».

Almogávares en la conquista de Mallorca (pintura del siglo XIV. Saló del Tinell, Barcelona)

El historiador Jerónimo Zurita (Zaragoza, 1512-1580), en la obra Anales de la Corona de Aragón, menciona el hecho. «Fué el primero que saltó en tierra, segun en antiguas memorias parece, un soldado, que se dezía Bernaldo de Ruydemeya, y llevava un pendón, y con él hizo señal a los de la armada para que le siguiessen. Este se llamo después Bernaldo de Argentona, y fue muy valeroso capitán, a quien hizo el rey merced del termino de Santa Ponça, para el y sus descendientes».

Finalmente, Pau Piferrer también rememora ese momento épico: «El primero que saltó a tierra fue Bernat de Riudemeia o de Argentona; clavando un penón blanco [sic] en la punta de su lanza, corrientes subió a la cima del monte del que habían hablado los exploradores: animosa acción, que dio seguridad al desembarco y le hizo avanzar. Apenas fue arriba, vio que los moros comenzaban a hacer acto de presencia, a sus anchas, por la llanura; hizo señales con el pendón a los de la playa, y formando éstos una división como de setecientos peones y ciento cincuenta a caballo, capitaneados por don Ramón de Moncada, marcharon a ocupar la cima».

Josep Lladó recreó, poéticamente, la escena épica, que aquí resumimos un poco: «El primero que salta a tierra es Bernat, el ardid soldado, con cuyo grito: –«¡Desperta, ferro!»– arrastra a la otra gente. Brillan al sol del mediodía espadas, puñales, cuchillos, asidos por las manos de hierro de los del rey aragonés. La morisma, que les espera apostada en el terreno, se ha lanzado a la palestra enloquecida y con arrebato. Los ballesteros no descansan, los arqueros menos; las flechas van y vienen, cruzando el cielo, el griterío llena el aire y la sangre tiñe la arena... Y Bernat de Riudemeia avanzando con paso firme, esquivando dardos y alfanges, planta con orgullo la bandera entre mil vivas de los suyos. El rey Jaime pidió: –¿Quién es tan valiente soldado? –«Bernat de Riudemeia, hijo de una masía que en la villa de Argentona tiene Guillem de Sant Vicens». –«Pues desde ahora que Bernat solo rinda vasallaje al rey, que una hazaña como la suya tal honor bien merece». Y con la punta de la espada, haciéndole la señal de la cruz, en ese lugar de Santa Ponça le nombró caballero».

-¡Sí que vale la pena recuperar la memoria de este valiente, Bernat, llamado como los héroes de las Rondallas!

-Ya lo creo. Bueno, antes de partir, quisiera mencionar el tema de la bandera, el misterioso 'pendón bauçà', ya que Desclot dice que Bernat de Riudemeia llevaba un pendón ‘bausà’, mientras que Piferrer, autor romántico del siglo XIX, seguramente por equivocación o por desconocimiento, dice que era blanco.

-«No deixam res per verd!" ¿De qué va, lo de 'pendón bauçà', profesor?

-Pues resulta que el 'gonfalone Baussant' fue el estandarte de los caballeros del Temple. El ‘balzano’ en heráldica indica un escudo o un estandarte bipartito, dividido horizontalmente en dos partes simétricas, una blanca y una negra. Verosímilmente, podría derivarse del término provenzal 'balzán', que se refiere a un tipo particular de caballo de color dominante negro, pero con manchas blancas en las extremidades (llamado también caballo 'balzano' en italiano). El Diccionario Alcover-Moll, que no aporta ninguna referencia heráldica, dice que la palabra deriva del occitano 'baussan', nombre de un caballo rayado de dos colores y añade que deriva del latín ‘baltaus’, que significa 'ciñell' o 'faja'.

-¡Suerte que esto último no entra en el examen final, porque es ciertamente muy complicado!!