Los afiladores de la Lonja de Palma.

TW
6

La Lonja de Palma muestra, por todo el perímetro exterior de sus nobles muros, concretamente en la parte inferior, numerosos surcos o marcas, verticales, relativamente profundos y bien visibles para cualquier peatón. Los podemos denominar afiladores populares, ya que, sin duda, son testigo de la práctica de afilar espadas, alfanges, cuchillos, hachas y otras herramientas de corte. Allí los caballeros podían afilar las armas, los obreros las herramientas para sus trabajos y las ‘madones’ se apresuraban a afilar los cuchillos de la cocina... ¡incluso, los niños podían afilar las puntas de las peonzas!. Pero no toda debía ser tan risueño... Porque, a partir de una leyenda valenciana que se puede aplicar perfectamente a Palma, todavía podremos "esmolar sa garrova" (hablar mucho) contando una historieta. Pues sí, resulta que en el portal de la Almoina de la Seu de València hay unas marcas similares a las de la Lonja de Palma, en concreto en un sillar de la parte inferior del mencionado portal catedralicio valenciano. Cuentan que era el lugar donde se erigía el patíbulo y, por tanto, el verdugo aprovechaba para afilar el hacha antes de mutilar a los condenados.

Noticias relacionadas

¡Vaya coincidencia!, porque el principal lugar de ejecución, en la ciudad de Mallorca, eran las denominades horcas o Forques del Moll, precisamente justo al lado de la Lonja. Funcionaron al menos, desde el siglo XV hasta la segunda década del siglo XVIII. Las horcas aparecen dibujadas en el plano de Palma del canónigo Garau, de 1644, muy cerca de la muralla que cerraba la ciudad. Una de las últimas ejecuciones en las horcas del Muelle se produjo el 8 de enero de 1716, cuando fue colgado un hombre de Sencelles, por ladrón y homicida; antes de salir el sentenciado, se hizo un pregón, con tambores y trompetas, que publicó sus crímenes y la sentencia; en la plaza de la Lonja formó un batallón que permaneció allí hasta que acabó la ejecución. Concluida ésta, cortaron la cabeza del reo y se fijó en la puerta de Sant Antoni, mientras que el cuerpo se colgó en el Pont d’Inca. Con esta tétrica escena, ya vemos que en la horca no sólo ahorcaban, sino que también cortaban; podía haber de todo: ahorcamiento y después mutilación con hacha o cuchillos, descuartizamientos, etc.

Todo esto es leyenda; es más verosímil que las marcas de las paredes de la Lonja fueran creadas por los canteros para afilar sus herramientas o que un afilador de oficio emplease los muros para completar su trabajo. Estas mismas marcas, además de Valencia y Palma, pueden verse en diferentes puntos del mundo. En Barcelona hay muchas, tanto en edificaciones antiguas como en obras más modernas; normalmente, frente a espacios donde durante siglos se realizaban ferias, mercados o donde había personas que ejercían el oficio de afilador. Los guías turísticos de Egipto dan credibilidad a esta explicación, ya que cuentan que incisiones similares a las de nuestra Lonja estaban en un lugar donde se afilaban cuchillos. Espacios muy concurridos de gente, como mercados o puntos de encuentro para ir a trabajar, si hay paredes de piedra buena para afilar, el afilador no faltaba... y las marcas en la pared tampoco. Aún podemos añadir que hay una tradición, muy supersticiosa, que dice que afilar las herramientas en edificios religiosos auguraba buena suerte, ya que el metal se impregnaba de las propiedades de la piedra sagrada y, especialmente, era un talismán que evitaba cualquier mal producido por herramientas de corte.