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Maca de Castro lleva años demostrando su buen hacer en la cocina desde que hace dos décadas sorprendió con su Jardín del Port d’Alcúdia. Desde entonces, ha ido ampliando su carrera con nuevos proyectos, bastante diferentes pero siempre con su sello diferenciador: servicio de cátering, incursión en el mercado alemán con un gastrobar en Düsseldorf, o el más cercano, Andana, en el particular edificio de la primera estación de ferrocarril de Palma. Un inmenso enclave que ha reconvertido en un agradable bistró donde, además, puede disfrutarse de una estupenda terraza a un paso de la plaza de España.

Aquí, la chef nos muestra su dominio a la hora de tratar las verduras, su gran apuesta desde que decidió crear su propio huerto en sa Pobla. Este es el principal mérito de una cocina elaborada y diferente, de la que –al menos por mi experiencia– se sale con la impresión de haber comido bien y sano. Andana es su apuesta de calidad a precio razonable en pleno centro de la capital palmesana y con un ambiente informal y desenfadado. Ha prescindido de cualquier sofisticación en la puesta en escena: las mesas no tienen manteles, las servilletas son de papel, y la cubertería no llama la atención, si bien han tenido el detalle de ofrecer buenas copas que realzan los vinos de una carta no muy amplia pero sí bastante cuidada, con algunas etiquetas estupendas y poco frecuentes a precio razonable.

Andana no es propiamente un restaurante vegetariano. Es un buen bistró en el que se puede comer a base de cocas, tapas y entrepanes o unos deliciosos huevos con patatas, pero donde también se puede disfrutar de pulpo encebollado (14€), calamar de potera (25€), corvina a la plancha (17,5€), o algunos atractivos platos de carne, como tocineta al horno a baja temperatura (18€), o un buen steak tartar, cortado a cuchillo. Y se pueden tomar en medias raciones. Pero donde verdaderamente se aprecia la esencia de esta cocina es en su propuesta de verduras, que borda en su simplicidad. Todos los platos son idóneos para compartir. Incluso –y es una opción muy interesante–, para los que vayan en grupo de más de cuatro, disponen –por encargo– de un atractivo y completo menú totalmente vegetariano por 45€ que incluye vino blanco y tinto.

Nuestro almuerzo fue bastante verde, a excepción de unos melosos y poco cuajados huevos rotos con patatas alargadas, que en uno de los casos incorporaba sobrasada casera. Deliciosas las alcachofas fritas, cortadas en pequeños trozos y recubiertas con polvo de laurel, crujientes y en abundante cantidad. Y espectacular en su simplicidad la coliflor asada en kamado, a la que le daba un toque ligeramente picante la salsa de chiles y cardamomo. Sorprendente plato que nos encantó a quienes lo probamos. (12€).

También resultaron una agradable sorpresa los canelones de verdura acompañados de una potente salsa de espinacas y coronada por perejil frito, intensos tanto de gusto como de color. Y compartimos también unas verduras de invierno –calabaza, zanahoria, puerro, cebollino, col, patatas–, todo ello rehogado y salteado en la paellera en la que lo sirven. Una buena muestra de que la comida vegetariana puede resultar variada y llena de sabor. Nos recomendaron como postre la torrija de coca de patata, que no tomamos, pero sí el flan de vainilla con chantilly, que me pareció menos interesante que el resto de los platos.

Los vinos, bien seleccionados y bastante infrecuentes. Tomamos El primer beso, un tempranillo de Ribera de Duero, de la moderna bodega Valdemonjas, elegante y de buen precio (25€). En resumen, simpático y agradable bistró, de atractiva comida saludable con el sello de una gran cocinera.