Entrecot de pastrami de café de cardamomo y milhojas de otoño.

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Andreu Genestra fue el más joven cocinero mallorquín laureado con una estrella Michelin, un galardón importante para alguien que ha ido creciendo profesionalmente con paso firme y seguro. Apostó por una cocina delicada y detallista, dando particular importancia a los productos locales y a los cultivados directamente en su huerta. Y asumió riesgos instalando su primer restaurante propio en un hotel rural, magnífico, pero alejado del foco mediático y del público de la capital. Fue en 2011 cuando el joven Andreu, de veintipocos años, montó su comedor en el Predi Son Jaumell, en Capdepera, y hay que reconocer que aquella apuesta ha generado buenos dividendos de crítica y reconocimiento.

Una década después, Genestra ha conseguido una estrella Michelin y una estrella verde y dos soles en la guía Repsol. Y dio un paso más, abriendo en Palma Aromata, en un lugar con posibilidades, pero poco aprovechado, como era el centro Cultural Sa Nostra en la calle Concepció. Otra apuesta arriesgada, por cuanto el local, en un gran patio, parecía básicamente una zona de paso. Ahora, se nota una notable evolución. El ambiente es más acogedor, las mesas tienen la distancia adecuada, y el patio da una sensación de mayor calidez. En Aromata mantiene las premisas de calidad, originalidad, cuidado en la presentación y buen servicio que le han hecho merecedor de un sol por la guía Repsol. Propone un menú de medio día a base de entrante, principal y postre –a elegir entre varias propuestas–, a 32 euros, que compite bien –aunque sea algo más caro– con otros menús de medio día de alto nivel que podemos encontrar en buenos restaurantes de Palma.

El día en que almorzamos, entre semana, el restaurante estaba lleno, buen indicio. De aperitivo, nos sirvieron unas originales galletas de lentejas, berberechos y curry, de gran intensidad gustativa. Como entrantes, dos opciones muy diversas: ceviche de hortalizas y vegetales, mandarinas y almendras, de muy buen aspecto, pero que no tomamos, y un calamar de ibéricos glaseado, con tallarín y holandesa de azafrán, de muy original y bella presentación pero, sobre todo, de una potente fusión de sabores de mar y tierra. Y un marmitako de atún, con patatitas, pimiento y guindilla, de notable intensidad. Como principales, la opción era también sugerente tanto en vegetariano, pescado o carne: tataki de apionabo, ñoqui de calabaza y setas; entrecot de pastrami de café de cardamomo y milhojas de otoño –a base de patata, jamón y setas–, y una salsa de oporto, mostaza, nata y pistachos excesivamente reducida aunque muy sabrosa. Buen plato.

Y como pescado, una lubina, perfecta de punto, sobre una bearnesa de pipas al mojo verde y tomates secos, que me resultó deliciosa. Buen nivel el de los postres. Particularmente las natillas de calabaza, helado de leche de cabra, laurel y galletas con miel. Delicadas. Menos llamativa la baklava de pistachos, crema de naranja y original helado de té verde. Espléndida carta de vinos. Optamos por copas, a precios altos pero justificados por su calidad. Sobre todo, un Gran Vinya Son Caules de Miquel Gelabert, espléndido callet de 2013, a 10 euros la copa, de una botella que abrieron para nosotros. Buen restaurante, con los atributos que reflejan bien la cocina de Andreu Genestra y el equipo que, capitaneado por Rodrigo Vallejo, tiene en Aromata.