Cuando hago mi visita semanal a un restaurante, siempre escojo un sitio con platos que me dan campo para escribir algo interesante. Pero el plan A puede fallar: algunas veces, por ejemplo, la música de fondo está a volumen de discoteca y no quieren bajarla. En esas ocasiones hago marcha atrás y nunca vuelvo a aquel sitio. La semana pasada el plan A (un sitio bien conocido en la zona de plaza España) fracasó por una razón inédita: bajaron a media asta la persiana metálica de la puerta un viernes a las dos y diez de la tarde. Una locura. Entiendo la frustración de los dueños por no tener ningún cliente a las dos, y sin reservas, pero no se puede tirar la toalla a esta hora en una zona donde miles de trabajadores en oficinas no terminan hasta las dos y media o las tres.
Panorama gastronómico
Con el plan C llegó el mejor bacalao
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