El ‘thali’, una comida en una bandeja. | Andrés Valente

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Cuando hace unas semanas anunciaron que los interiores de los restaurantes se volverían a cerrar por culpa del aumento en contagios de la COVID-19, me fui enseguida en busca de un comedor interior porque no me gustan las terrazas, y mucho menos esos espacios mugrientos de la calle donde antes había coches aparcados. Tenía ganas de comer algo bien español, y me fui en dirección a un restaurante de avenida Argentina donde se hacen buenas paellas. Pero tanto su comedor como sus mesas exteriores estaban a tope. Y sólo era la una y diez.

Siendo tan temprano, hice una batida por esa parte de Santa Catalina, tomando nota de los sitios con mesas en el exterior. Vi algunas cartas que estaban interesantes, pero ninguna que me hiciera parar en seco, para luego cogerme por el cogote y arrastrarme hacia una mesa. Pero de repente, sí que me quedé paralizado… con unos aromas saliendo de la puerta de un restaurante en calle Sant Magí.

Era un hindú llamado Jonny Dhaba (Tel:871-235899) y sus perfumes de especias cálidas trajeron recuerdos de deliciosos platos hindúes.Tenía la intención de mirar las cartas de tres restaurantes cercanos, pero la magia de los aromas de esas especias asiáticas tan seductivas me dejaron algo ebrio. Sin dar más vueltas al tema, entré y pedí una carta.

Las ‘dhabas’

Jonny Dhaba es un sitio básico, sin pretensiones ni florituras de ningún tipo. Su propio nombre lo dice todo: dhaba es una palabra hindi que significa un ‘chiringuito de carretera’ que sirve platos sencillos para conductores que hacen viajes largos. Las dhabas son reconocidas por sus raciones generosas y precios asequibles. Es una fórmula que funciona tanto en calle Sant Magí como en las carreteras que atraviesan el subcontinente indio.

La fritura mixta con tres salsas.
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Pero a diferencia de las dhabas indias, los clientes de Jonny Dhaba no son de paso, sino asiduos: el dueño conoce a todos por sus nombres de pila y dos ingleses del mundillo de los yates, que están en Palma por primera vez en un par de años, paran para saludarle calurosamente. Es una buena señal: sólo los clientes satisfechos vuelven para comer o paran a saludar después de tanto tiempo.

El ‘thali’

Como la gente se va a una dhaba para comer a buen precio, la mejor manera de hacerlo en Jonny Dhaba es pedir un thali (9,10 €). Es otra palabra hindi que significa tanto la bandeja metálica dividida en secciones para servir comidas, como la comida en sí. Para la partición principal se puede elegir entre un estofado de pollo, carne de cerdo, cordero o verduras. Otra sección lleva una legumbre, también para escoger, hay un arroz basmati hervido, un chapati y una samosa con un relleno de carne.

Nuestro estofado de cordero fue deliciosamente tierno y perfumado con aquellas especias cuyos aromas llegaban hasta la puerta. Pedimos lentejas como legumbre y fueron tan ricas de sabores especiados que la próxima vez pediré una ración para llevar a casa. La samosa podría presumir de un relleno de carne jugoso y memorable, pero a la masa le faltaba un toque crujiente. Los 10 puntos y medallas de oro fueron por el arroz basmati y el chapati.

‘Soan papri’, el postre de hojaldre.

De toda la gran gama de los panes de la India, el chapati es el menos interesante. Para los hindúes, que comen con los dedos, el chapati sirve de soporte, para llevar alimentos a la boca. Por lo tanto, para su función de cuchara, basta que sea una torta seca y correosa.

Pero por tercera vez en mi vida he encontrado un chapati suave y formado en capas. Es tan bueno que se puede comer tal cual. El arroz basmati fue perfectamente cocido, todos los granos separados y ninguno pasado de cocción. Otro plato combinado a muy buen precio es la fritura mixta con tres salas que cuesta 6,90 €. Y no se tiene que perder el postre hojaldrado soan papri (4 €), muy crujiente pero se deshace enseguida en la boca.