Este año he vuelto a leer varias novelas de Hemingway. En el calor sofocante de un verano mallorquín siempre leo textos conocidos, textos queridos, textos que mi cerebro, algo pachucho por las altas temperaturas, puede entender sin demasiado esfuerzo. Una de las virtudes de Hemingway es que su estilo escueto (pero muy trabajado) es un plato bien digerible. Tenía 13 años cuando leí por primera vez The sun also rises (publicado en España con el título Fiesta), ambientado principalmente en Pamplona durante las fiestas de San Fermín, y lo vuelvo a leer cada cinco años. Sin embargo, este otoño y verano pasado me he fijado en algo que se me había escapado en otras ocasiones. Cuando Jake Barnes, el protagonista principal, se va con un amigo a pescar truchas en los campos aledaños de Pamplona, coge seis ejemplares hermosos y Hemingway nos explica cómo los colocó cuidadosamente en su cesta sobre un fondo de helechos antes de volver al hotel en Pamplona.
Panorama gastronómico
La trucha: las de granja tienen su gracia
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4 comentarios
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Supongo 2 o 3 minutos por cada lado. Si no está claro el tiempo....
Lástima que no sepan a nada!!! Nada como una trucha de río!!!
Creo que no deberían freírse y menos 23 minutos por cada lado, una barbaridad, a la plancha están muy ricas.
Es muy posible que el cuidado con que Jake Barnes dispensaba a su captura al colocarlo sobre un lecho de helechos se debía a que los iba a pochar ligeramente en un court-bouillon con un poco de vinagre con el fin de conseguir el vistoso resultado de "trucha azúl", sólo alcanzable con trucha muy recientemente pescado. Recuerdo las excelentes truchas pescadas en las limpias aguas del Gorg Blau a finales de los 70. Yo nunca los destrozaría friéndolas. Al horno sobre lecho de beicon ahumado y tapadas también con beicon ahumado son deliciosas, tanto caliente como frías.