La clave está en la moderación y la elección inteligente de las fuentes de grasa. | RitaE

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En el complejo mundo de la nutrición, las grasas han sido durante mucho tiempo un tema de debate. A menudo demonizadas, las grasas saludables son, en realidad, fundamentales para nuestra salud física y mental. Sin embargo, es crucial distinguir entre los tipos de grasas y entender cómo su ausencia en la dieta puede afectarnos negativamente. El cerebro es uno de los órganos más exigentes en términos de energía, consumiendo hasta el 25 % del gasto energético diario. Las grasas desempeñan un papel crucial en la alimentación del cerebro, influyendo en la síntesis de neurotransmisores esenciales para mantener un equilibrio mental y una función intelectual adecuada. Si eliminamos las grasas de nuestra dieta, la salud cerebral podría verse seriamente comprometida.

No todas las grasas son iguales. Las grasas insaturadas y poliinsaturadas, como los Omega 3 y Omega 6, son beneficiosas por sus propiedades antiinflamatorias, antioxidantes y cardioprotectoras. Por otro lado, eliminar estas grasas de la dieta puede hacer que nuestra salud sea más vulnerable, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares y trastornos mentales, incluidas alteraciones del estado de ánimo y déficits cognitivos. La eliminación total de las grasas de la dieta podría tener efectos devastadores en el cerebro y otros órganos vitales.

Los ácidos grasos Omega 3, por ejemplo, son esenciales para el buen funcionamiento cerebral. Su déficit se ha relacionado con trastornos del humor, déficit cognitivo y una mayor incidencia de depresión. Además, las grasas influyen en la salud de órganos como los ojos, la piel y el corazón, y son cruciales para el funcionamiento del cuerpo, incluyendo la salud digestiva. Las grasas también juegan un papel en el equilibrio de la flora intestinal o microbiota. Una flora intestinal saludable es esencial para un sistema inmunológico fuerte. La disbiosis intestinal, o desequilibrio en la microbiota, puede debilitar nuestras defensas y hacernos más susceptibles a enfermedades.

Por otra parte, están las conocidas como «grasas malas», es decir, cuando nos referimos a los tipos de ácidos grasos que tienen un efecto inflamatorio y oxidativo en el cuerpo. Estas, que hay que evitarlas, incluyen las grasas saturadas, hidrogenadas y trans, que se asocian con un aumento en los niveles de colesterol, riesgo de enfermedad cardiovascular, y también enfermedades como el cáncer y la obesidad. La eliminación completa de las grasas sanas de nuestra dieta no es la solución para una vida saludable.

Por el contrario, es fundamental incluir grasas saludables en nuestra alimentación diaria para asegurar el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo y cerebro. Asimismo, es crucial evitar las grasas dañinas que pueden causar inflamación y aumentar el riesgo de diversas enfermedades. Un enfoque equilibrado y consciente sobre el consumo de grasas es esencial para mantener un buen estado de ánimo, una mente aguda y un cuerpo saludable. La clave está en la moderación y la elección inteligente de las fuentes de grasa, incorporando aquellas que nutren y protegen nuestro cuerpo en lugar de dañarlo.