En verano aunque tengamos menos hambre siempre apetece salir más a comer o cenar fuera de casa. | Pexels -fauxels-

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Con la llegada del verano y las elevadas temperaturas, muchos de nosotros hemos notado un descenso en nuestro apetito. Es común escuchar: «Con este calor, no tengo hambre». Pero, ¿es esto algo normal o deberíamos preocuparnos? Según expertos y estudios recientes, hay razones científicas que explican este fenómeno, y es completamente natural que nuestro deseo de comer disminuya cuando las temperaturas se elevan.

En primer lugar, la biología juega un papel fundamental en este comportamiento. Nuestro cuerpo, en su afán por mantener una temperatura interna estable de alrededor de 37°C, emplea diferentes mecanismos para adaptarse al ambiente. En climas fríos, necesitamos más energía para mantenernos calientes, por lo que sentimos más hambre. En cambio, en climas cálidos, el cuerpo busca maneras de enfriarse. Una de estas formas es reduciendo la producción de calor interno, y una manera efectiva de lograrlo es disminuyendo la ingesta de alimentos.

Los procesos digestivos generan calor. Cuando comemos, especialmente comidas copiosas y ricas en proteínas y grasas, nuestro cuerpo debe trabajar más para digerirlas, lo que resulta en una producción adicional de calor. Por eso, en días calurosos, nuestro organismo, de forma intuitiva, opta por reducir la cantidad de comida que consume para no generar calor adicional y así ayudar a mantener una temperatura corporal óptima.

Además, durante el verano, la deshidratación puede confundirse con el hambre. Cuando nos encontremos así, es posible que sintamos un vacío en el estómago o una ligera sensación de hambre, cuando en realidad, lo que nuestro cuerpo nos está pidiendo es agua. Por eso, es esencial mantener una hidratación adecuada, especialmente en verano. Otro aspecto a tener en cuenta es el cambio en nuestros niveles de actividad física y rutinas diarias. En los meses de calor, las altas temperaturas pueden hacer que disminuyamos nuestros ejercicios o las modifiquemos, optando por opciones más relajadas, en ambientes frescos o en un horario diferente al habitual, lo que puede llevar a una menor necesidad calórica.

Es importante señalar que, aunque a simple vista pueda parecer beneficioso para aquellos que buscan perder peso, reducir drásticamente la ingesta de alimentos no es la solución. El cuerpo sigue necesitando nutrientes esenciales para funcionar correctamente, independientemente del clima. Por eso, en lugar de saltarse comidas, lo ideal es optar por alimentos más ligeros, ricos en agua y nutrientes, como frutas y verduras, que nos ayuden a mantenernos hidratados y nutridos sin aportar una gran cantidad de calorías. Si te encuentras comiendo menos durante los días de calor, no te alarmes. Es una reacción natural de tu cuerpo. Sin embargo como hemos mencionado anteriormente asegúrate de seguir proporcionándole los nutrientes esenciales y de mantenerte bien hidratado. ¡Y disfruta del verano sin preocupaciones!