El joven agricultor vende en Artà e Inca y reivindica la necesidad de hacer mercados semanales también por las tardes. | Aina Borràs

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Emprender en el sector agrario hoy en día no es tarea fácil, pero Martí Moreno —de 33 años, murer e ingeniero agrícola de profesión— decidió adentrarse en esta aventura hace ahora un año, cuando volvió de Suiza y tuvo que buscarse un trabajo. «El sector tiene un claro problema de relevo generacional y aunque hay una oleada de pagesos jóvenes, a quienes no quito mérito, suele ser porque heredan un legado familiar, con muy poco riesgo económico», explica Moreno. En su caso no ha sido así, sus padres no tienen nada que ver con la agricultura y no se ha encontrado ningún negocio encaminado, sino que ha alquilado una pequeña finca ubicada entre Muro y Can Picafort, en la zona de Son Serra. «En este caso, la mejor salida para un joven pagès es sembrar para ir a vender el producto a los mercados semanales», destaca.

Aunque durante el resto del año, ha sembrado y vendido sus propias hortalizas, ahora tiene el tema parado. «Acabo de ser padre y he decidido bajar el ritmo de trabajo para conciliar», explica Moreno. Eso sí, a pesar de su reciente paternidad ha continuado con las gallinas, quienes le dan huevos cada día y aun así no da abasto.

«Es un manejo sencillo pero muy interesante», relata. Y es que el ingeniero ha diseñado un gallinero portátil para que las gallinas roten por la parcela. «Tiene beneficios tanto para ellas, que están muy sanas y se alimentan de los insectos, como para la tierra, que está desparasitada y abonada», celebra. Ahora mismo tiene 35 gallinas, aunque prevé aumentar a cincuenta en breve porque vende más huevos de los que tiene. El gallinero lo ha construido con un antiguo remolque y otras piezas que «no me ha costado más de 500 euros en total», un hecho que agradece, al haber empezado sin apoyo económico externo.

Cuanto a la hortaliza, en este momento de pausa en el que se encuentra, se ha reinventado y ha decidido hacer compraventa con los productos de otros pagesos vecinos. «Me gusta vender producto local, cercano, de temporada y que el cliente sepa dónde y cómo se ha sembrado», explica. Aunque se lo planteó en un inició, nunca ha entrado en el mundo de la agricultura ecológica, porque «me topé con mucha burocracia y entendí que no se pueden llevar todas las banderas de golpe. Yo he empezado con la de producto local y quiero consolidarme en este espacio». Aún así, no descarta hacerlo más adelante.

Moreno va a vender a los mercados de los martes en Artà, los jueves en el centro de Inca y los viernes, aunque por la tarde, también en la capital del Raiguer. De hecho, el agricultor reivindica la necesidad de que se consoliden los mercados de tarde: «Antes las mujeres no trabajaban y se encargaban de hacer la compra por la mañana, por lo que un mercado matinal era una buena opción. Ahora solo puede venir la gente que no trabaja».