Maria Monserrat está al frente de un negocio que, a pesar de la dedicación y las dificultades, sigue teniendo un gran futuro. | Curro Viera

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El mundo del campo nunca ha sido ajeno para Maria Monserrat Vaquer (Porreres, 1984), que pertenece a una familia apegada a este mundo desde generaciones atrás. Vinculada inicialmente al mundo de la administración y gestión de empresas, esa larga tradición familiar le hizo dar un giro a su vida y ponerse al frente del negocio familiar, la finca Sa Torre, a las afueras de su pueblo natal.

«Padres, abuelos, bisabuelos, han trabajado en la ganadería. Cuando mi padre se empezó a acercar a la jubilación pensé que era una pena que todo eso se perdiera y decidí comenzar a ayudarles». Se puso al frente de un negocio, el de la cría de corderos, que seguía siendo viable y que no debía perderse «tras tantos años de dedicación de mis padres a un buen proyecto». Realizó entonces una amplia formación especializada en la ganadería y «poco a poco fui sumergiéndome en un sector que siempre había vivido».

Maria Monserrat cuenta que su explotación se divide en dos apartados, por una parte el cebadero, donde se alimenta a los corderos que les llegan de los socios de la cooperativa a la que pertenecen y por otro lado su producción propia. El proyecto cooperativo se desarrolla entre Cooperatives Agro-alimentàries Illes Balears y Oviaragón Grupo Pastores, un referente a nivel estatal de la optimización en la cría y engorde de los corderos.

Los usuarios del cebadero, que llevan a sus ejemplares a estas instalaciones, se suelen recepcionar por las tardes. Los corderos que ya están en su peso óptimo se transportan en camión hasta Zaragoza, donde se completa su engorde y pasan al matadero. La colaboración con este organismo aragonés ha sido muy importante para el negocio del cordero en Mallorca. Los precios se han regularizado y controlado según el mercado.

«Mantenemos entre todos un precio de mercado equiparable. Esto ha sido tradicionalmente un problema entre los productores, que tenían que sufrir retrasos en los pagos, que ahora en cambio se liquidan cada diez días», sostiene. Todo el proceso está controlado con mucha rigurosidad, «el que deja corderos en el cebadero de la cooperativa puede estar tranquilo. Reciben toda la información de los corderos que nos han dejado y ya saben cuanto aproximadamente podrán obtener por ellos».

No tiene problema en reconocer que aún se tiene mucho que aprender de la cooperativa aragonesa, «son los verdaderos maestros de la cría del cordero. Nos han dado un gran apoyo y formación durante los últimos años».

Sobre el día a día relata que «por la mañana la actividad comienza repasando que todo esté en optimas condiciones. Supervisamos la limpieza y el buen estado del ganado». Relata que en épocas de pariciones, como en la que estamos en estas semanas, el trabajo se multiplica. En ese caso se ha de estar pendiente las 24 horas del día del bienestar de las ovejas y las crías.