Rafel Figuera explica que ahora están en plena producción. | Gori Vicens

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Llega la primavera y la característica alcachofa mallorquina se hace presente en el campo de la Isla; en la mayoría de casos como cultivo residual o testimonial, aunque a día de hoy ya hay plantaciones más extensas. Es el caso de la finca sa Volta, en Porreres, donde Agromart tiene sembradas dos hectáreas de este cultivo tan característico de la cocina mallorquina: la alcachofa negra o morada. Precisamente, con motivo de la Semana Santa y la típica freixura han despachado unos 1.500 kilos a la semana.

Rafel Figuera explica que ahora está en plena producción y la previsión es que lo esté hasta mediados de mayo, que es cuando el sol empieza a calentar de verdad y esta alcachofa empieza a perder calidad. «Este año la producción ha llegado un poco más tarde porque hizo un final de verano muy caluroso y escasa lluvia», comenta.

La alcachofa variedad local de Mallorca es de forma alargada –las híbridas son más grandes y de forma más redonda– y las principales características que la distinguen son el color lila intenso, pero sobretodo «lo que la hace diferente es el sabor, y que se recolecte tierna», destaca Rafel Figuera, que de cada vez más apuesta por la siembra de variedades locales.

Esta alcachofera puede llegar a los cuatro o cinco años de vida útil. Entre septiembre y octubre es cuando empieza a brotar el cultivo anterior y es momento de sanearla, de aclararla quintándole brotes con un poco de raíz, y estos, volverlos a sembrar. «Al ser una variedad local muy adaptada al territorio es fácil su reproducción», explica Rafel Figuera.

De hecho, de lo que habitualmente es un cultivo residual –se suele tener sólo varias alcachoferas en la finca– en Agromart han conseguido convertirlo en un cultivo productivo. Ha sido –comenta– gracias a Joan Artigues, un payés ya mayor, de Vilafranca, quien había experimentado sembrando unas cuantas hileras. No es habitual ver extensiones tan grandes como la que se ha plantado en sa Volta, pero con cuidado y esmero se puede conseguir para poder abastecer a la población.

La producción que recolectan, además de venderla en sus tiendas que tienen repartidas por toda la Isla, gran parte es tratada en el obrador ecológico que hay en Binissalem, donde la transforman en dos productos para poder saborearla todo el año: en paté vegetal y en alcachofa trempada, que nos permite comerla, por ejemplo, con una ensalada durante los meses de verano. La única desventaja que tiene la alcachofa mallorquina respecto la híbrida es que la autóctona empieza a producir en marzo, mientras que la otra ya empezó en octubre o noviembre, pero los que entienden dicen que el sabor no tiene punto de comparación.