Cati Sureda junto a sus cabras en la finca familiar de Son Macià, en el municipio de Manacor. | Maria Nadal

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Estudió la licenciatura de Bioquímica y trabajó durante siete años en un laboratorio de Palma, un trabajo que dejó para poder estar más cerca de su pueblo, Son Macià, en el municipio de Manacor. Ahora, Cati Sureda (Son Macià, 1990) compagina su trabajo en unas bodegas de vino cercanas a su casa con su pasión: poder estar en el campo y cuidar de sus cabras.

Sureda cuenta que «mi ilusión siempre ha sido poder poner en marcha un negocio vinculado con el campo y, en un primer momento, pensé en el vino pero era muy complicado y me decidí por la elaboración de quesos. Ahora hago el plan de empresa para intentar poder crear algo mío en Son Macià».

Pero mientras hace las gestiones para convertir su sueño en realidad, Sureda cuida de sus cabras en la finca familiar. De momento, tiene un rebaño de 13 cabras, que ordeña, y 9 cabritos. También tiene dos cabras mallorquinas con las que quiere conocer más esta raza. Esta joven explica que «detrás de las cabras hay una selección genética para saber cuáles son las más lecheras, pero en la raza mallorquina no hay ninguna selección hecha y tienen la fama de no ser muy lecheras. Veremos como avanzan y si es posible poder elaborar un queso solo con la leche de las cabras mallorquinas».

Para Cati Sureda, la elaboración de queso es una manera de seguir con la tradición familiar. Ella siempre ha estado vinculada al campo gracias a sus abuelos y reconoce que «siempre he admirado la autosuficiencia que ellos tenían, ya que con lo que producían ellos mismos no tenían que ir a comprar». Cree que «en Mallorca hemos perdido muchos trabajos artesanos que teníamos. Considero que les debemos dar más valor».

Este es uno de los motivos que le ha impulsado a seguir con esta tradición y elabora los quesos a partir de una receta de su abuela, que también hacia quesos para consumo propio. Reconoce que los primeros que hizo no le salieron bien, pero ella sigue con las pruebas y perfecciona su técnica mientras gestiona el permiso para poder montar un obrador e iniciar su negocio, unos trámites complicados.
Sureda explica que «cuando murieron mis abuelos, mi padre siguió ordeñando las cabras, pero teníamos un exceso de leche. Fue entonces cuando pensé en la elaboración de queso. Para ello sigo la receta de mi abuela, que los hacía con la flor del cardo». Sureda recoge las flores y separa los filamentos lilas para, después, picarlos en un mortero con un poco de agua. El líquido que se produce se mezcla con la leche y ayuda a su coagulación. Con esta mezcla produce el queso fresco, al que añade un poco de romero, y los curados de 20 días y de 2 o 3 meses. De momento, y hasta poder poner en marcha su empresa, Sureda reparte los quesos entre familiares y amigos y espera que, en un futuro no muy lejano, los pueda poner en el mercado con todas las garantías.